¿A dónde nos quiere llevar Dujovne?

Opinión 31/12/2017 . Hora: 08:40
¿A dónde nos quiere llevar Dujovne?

Ayer, Dujovne cumplió un año como ministro de Hacienda. Hizo un curso acelerado de las limitaciones de la política. Le tocó suceder a Prat Gay y tomar la posta del "gradualismo económico" de Macri.

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Dujovne logró avanzar en la reforma tributaria, una de sus obsesiones de los últimos años. Es un convencido de que los impuestos son una traba para el crecimiento del país. Como buen estudiante de un curso de Finanzas Públicas, sabe que Ingresos Brutos es el impuesto más distorsivo y defiende el uso del mal llamado "Impuesto a las Ganancias", que es el impuesto más eficiente y equitativo de todos. 

La reforma tributaria quedó a mitad de camino. Seguramente Dujovne hubiera querido ser más ambicioso, pero entiende que el ritmo de la baja de impuestos debe ir acompañado por un ritmo más veloz en la baja del gasto público. Es fácil: si los impuestos bajan más que el gasto, el déficit se profundiza. Ese doble objetivo (bajar impuestos y el déficit al mismo tiempo) es el gran dolor de cabeza de Dujovne.

REINO DE LOS CHOCOLATES

En noviembre de 2016, Dujovne alertó a Prat Gay de que su gradualismo estaba fracasando y de que el gobierno entregaba demasiados recursos a las provincias, a los sindicatos, a los movimientos sociales y a algunos sectores productivos. Dujovne tiene la enorme misión de que ese gradualismo no se quede estancado. Pero no es sencillo: bajar el gasto implica que va a haber perdedores. Y nadie quiere ceder.

Dujovne está muy preocupado por el endeudamiento. También se lo había dicho a Prat Gay: si el escenario mundial se vuelve adverso, Argentina tendrá serias dificultades para financiarse. Y chocará. Ahora depende de él: ¿Podrá bajar el gasto justo a tiempo, antes de que nos dejen de prestar? 

CADENA COOL

Para ese objetivo, Macri confía más en Dujovne que en Prat Gay. Dujovne no es político ni quiere ser candidato: le temblaría menos el pulso para tomar medidas impopulares.

La otra gran obsesión de Dujovne son las regulaciones en el mercado laboral. Y allí aparece el gran cuco del 2018: la reforma laboral. "Tenemos impuestos, una justicia laboral y regulaciones laborales inviables. En la Argentina, los impuestos al trabajo generan un costo laboral 40% más elevado que el salario de bolsillo", dijo el actual ministro en 2016. 

El gobierno se juega su futuro en esa reforma. Apuesta a un mega blanqueo laboral que formalice a más de un millón de empleados. Sería un paso clave para la disminución de la pobreza y fortificar el financiamiento del sistema de seguridad social. 

Pero chocará contra una férrea oposición política y sindical que no querrá verse envuelta en un eventual fracaso de la reforma. El antecedente de la flexibilización de Menem y el episodio de la Banelco no ayudan a Cambiemos.

Dujovne se ha quedado un poco solo. Los economistas independientes le han soltado la mano: creen que las reformas son un maquillaje y que no hay firmeza para enfrentar los problemas heredados del kirchnerismo. Le dicen a Dujovne lo mismo que Dujovne le decía a Prat Gay: que haga el ajuste más rápido porque la deuda se volverá insostenible.

Macri también lo sabe, pero confía en las metas de Dujovne: "Si cumplimos a rajatabla las metas fiscales no chocaremos", dijo el presidente hace pocos días. El hilo es fino.

El otro foco de Dujovne es la apertura económica. Allí los avances son también muy difíciles porque los industriales locales ponen el grito en el cielo. Argentina se acostumbró a no competir con el mundo y hay sectores que claman por protección y aranceles altísimos a las importaciones. Eso encarece los insumos y daña tanto a los consumidores finales como a los exportadores que deben convivir con precios artificialmente elevados.

En síntesis, Dujovne trabajará en 2018 para tres objetivos: reforma laboral, reducir el gasto público y la apertura comercial. Y se enfrentará a los tres grandes lobbistas: la corporación sindical, la corporación política y la corporación industrial. ¿Podrá?

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