En la madrugada del domingo, la música dejó de escucharse en los barrios Antena y Güemes de Alderetes. Los vecinos apagaron los parlantes en medio de los festejos de fin de año. Estaban y aún lo están- conmovidos por el brutal crimen de Daniel Rodolfo Bustos. El "changarín", de 36 años, era conocido por todos en esas barriadas pobres. Desde pequeño recorría, empujando su carro, esas calles de tierra que se extienden hacia el este, a la vera del río Salí, levantando escombros y basura a cambio de unos pesos.
Alrededor de las 3.30, Daniel fue ultimado de un certero puntazo en el cuello con un destornillador que empuñaba su mellizo, Juan Pedro. Por ahora, para los investigadores de la División Homicidios, no están del todo claras las circunstancias del hecho. A partir de las averiguaciones que realizaron entre sus familiares, establecieron que los hermanos estuvieron bebiendo en la casa familiar de calle Salta al 400, de Alderetes, desde la noche anterior.
Los mismos familiares fueron quienes confirmaron que Juan Pedro estaba deprimido porque se había separado recientemente; y que en la noche previa al crimen, fue a buscar a su ex para reclamarle por el cuidado de sus cuatro hijos. Daniel Rodolfo fue a buscarlo y lo detuvo antes de que llegara. Los hermanos regresaron juntos a casa. Cuando llegaron, comenzaron a ingerir bebidas alcohólicas. Pero no creen que ese hecho haya sido el detonante del mortal suceso. Otros, en tanto, recordaron un segundo incidente previo al ataque.
"Juan Pedro estaba arreglando el equipo cuando Daniel Rodolfo pasó a su lado, entonces le clavó el destornillador. No sabemos si lo hizo a propósito o si fue un accidente", señaló Carolina Bustos, una de las hermana, que reside en la misma propiedad.
Tras recibir el puntazo, la víctima salió corriendo hasta la angosta calle que conduce hasta el río Salí, pidiendo ayuda a otra de sus hermanas, que vive en una casa distante pocos metros. "Antes de salir, él mismo se sacó el destornillador del cuello. "Por favor, ayúdame, traeme limón para curarme", me dijo y entonces cayó", explicó Carmen Bustos.
De acuerdo con el relato de la mujer, el matador se quedó congelado al ver lo que había hecho. Luego, escapó corriendo en dirección al puente Ingeniero Barros. Desde ese momento, sus familiares desconocen su paradero y temen lo peor. El herido fue llevado al policlínico bandeño, donde ingresó sin vida.
"Nadie está encubriendo a nadie, lo único que queremos es que se haga justicia", reclamó Carmen. Acerca de su hermano prófugo, manifestó: "Trabaja lavando autos, pero no lo vieron por allí, tampoco fue a ver a otros familiares. No sabemos dónde está".
"Eran muy unidos y no tenían odios entre ellos. Nos preocupa que ahora que Juan Pedro se dio cuenta que mató a su hermano, se quite la vida", dijo llorando su padre, Ramón Arturo Bustos.
Ayer por la mañana, familiares, vecinos y amigos de la víctima, se trasladaron en colectivos y motos hasta el cementerio de El Cochuchal, en Burruyacu, para despedir sus restos. Luego, regresaron al barrio. El paisaje familiar era el del desconsuelo.





