La estética en la tele tiene una importancia de un 90%", dispara la humorista Malena Guinzburg apenas empieza la entrevista, mate de por medio, en su casa del barrio de Chacarita. Y lo dice con conocimiento de causa. Hace un año decidió empezar una dieta más, como tantas otras que había probado durante sus 39 años, pero ésta resultó: adelgazó diez kilos. Mientras tanto, su vida continuó: siguió trabajando como panelista en el programa Morfi, todos a la mesa, de Telefe (que se emite por segundo año), integró el stand up Pucha –en el Teatro Paseo La Plaza–, y coronó el 2017 con la participación en la obra de Pablo Fábregas El árbol que tapa el bosque, en Microteatro.
Pero la noticia en todos lados no fue sobre ninguno de estos logros profesionales, sino sobre "su nuevo cuerpo". Malena Guinzburg lo sabe, por eso cambia la postura de simpática y extrovertida a seria y resignada. Apenas se habla de la "dieta del metabolismo" de la nutricionista norteamericana Haylie Pomroy –por la que tanto le preguntan–, y aunque sabe que "es lo que vende", deja bien en claro que está "harta del tema".
En una entrevista con Para Tí habló de todo:
-¿Qué es lo que más te cansa?
-Me parece demasiado. Una cosa es que sea importante para mí, que toda la vida tuve un conflicto con la gordura, pero que lo sea para los demás es, por lo menos, llamativo. Obviamente, entiendo que siempre lo expuse en mis monólogos y me reía de eso, entonces ahora no puedo decir: "ay, ¿qué les importa mi cuerpo?"
-Y el medio en el que trabajás, ¿es más cruel?
-Absolutamente. ¿Quiénes son las que más venden? ¡Las modelos! Funciona así. Y para quien no tiene eso ganado se hace muy cuesta arriba. Yo empecé a laburar en la tele y pesaba más que ahora, pero era la que hacía humor. Yo no sé si una mina con sobrepeso puede conducir o hacer un protagónico.
Y cuando se habla de tu "nuevo cuerpo", ¿cómo te sentís? El tema es que no me siento Pampita. Pensá que son casi 40 años de verme de una manera contra unos pocos meses de verme de otra. Además, no soy una chica fit que ama los deportes, no soy ejemplo de nada. Sí es verdad que hoy me siento mejor conmigo, y eso ya es un montón. Pierdo menos tiempo buscando ropa, quizás me puedo ver más linda en el espejo, y si me saco una selfie, en vez de borrar cien, borro cincuenta (se ríe).
-¿En tu casa se hablaba de la dieta?
-Sí, somos una familia que siempre luchó con ese tema. De chica yo fui muy gorda, me llevaron a ochocientos médicos, estuve internada en Cormillot, fui a Ravenna, pasé por millones de nutricionistas y conozco todas las dietas. A mi viejo (Jorge Guinzburg) le encantaba comer y también tenía mucha tendencia a engordar. Y decíamos: "bueno, mañana fruta", ¡y siempre era mentira!
-Y a tu papá, ¿en qué te ves parecida?
-En la altura. Hablando en serio, creo que tengo un humor similar, me reconozco en esa espontaneidad que tenían sus respuestas. Para mí es el número uno, así que ojalá tuviera mucho más de él.
-Cuando arrancaste, ¿sentiste que por tu apellido se te exigía más?
-Sí, siempre estaba la comparación. Es que si partimos desde ese lugar siempre voy a perder yo porque no soy mi viejo. Pero también estaba el público que lo quería y me tenían cariño por ser su hija.




