Los ataques a dos mujeres trans estarían vinculados a una lucha por el dominio del negocio de la prostitución en las calles de nuestra ciudad. La Justicia ya tiene en la mira a un grupo de personas que podrían estar vinculadas ambos ataques.
El domingo 15, Natasha Banegas fue atacada en San Lorenzo y Moreno por dos hombres que circulaban en moto. La joven recibió cinco disparos en sus piernas y hasta ahora sigue internada en el Centro de Salud.
Una semana después, Jorgelina Salazar terminó en el mismo hospital luego de haber sido apaleada por un taxista en la zona del parque 9 de Julio.
Los investigadores aún no pudieron confirmar que ambos hechos estén vinculados, pero creen que en las calles se está dirimiendo el conflicto. Y esa guerra se desató luego de que la "madama" que manejaba todo, una mujer trans conocida como Luisa, quedó detenida en agosto, acusada de integrar una organización que reclutaba trans de todo el país para enviarlas a ejercer la prostitución en Europa. Antes de partir a ese continente, eran operadas por un prestigioso cirujano rosarino que también quedó tras las rejas.
Según consta en el expediente que maneja el fiscal Diego López Ávila, un trío –integrado por dos jóvenes trans y la pareja de uno de ellos- pretendía cobrarles $ 500 por semana para que pudieran trabajar sin problemas.
Se estima que por lo menos existen unas 120 chicas trans que venden sus cuerpos sólo en la capital. Entonces, si todas les llegaran a pagar, los proxenetas podrían llegar a recaudar hasta $60.000 por semana. Mensualmente, el ingreso ascendería a unos $240.000 y anualmente, oscilaría en los $3 millones.
Rolando Singh es propietario de un bar en la zona de El Bajo. Desde hace bastante tiempo acompaña a Banegas y a otras mujeres en su lucha contra la discriminación y el mal trato. "Dicen que son dos los grupos, pero no la tenemos bien en claro. Lo único cierto es que les quitan esa suma de dinero y a veces les piden una comisión de lo que recaudan por vender su cuerpo", destacó.
El empresario dijo además que las víctimas de estos proxenetas son obligadas a comercializar droga. "Les entregan una bolsita con distintas sustancias para que se las vendan a sus clientes. Lo más grave del caso es que muchas chicas no se animan a hacerlo porque saben que están cometiendo un delito y esas personas les exigen que les paguen con el poco dinero que recaudan", indicó.




