Desde 1945, Argentina lleva más años de inflación que de estabilidad monetaria. Entre 1992 y 2006, sin embargo, hubo un largo paréntesis inflacionario con excepción del 2002 cuando los precios subieron un 40% anual por la megadevaluación del peso.
¿Qué pasó para volver a tener, desde 2007, más de un década de inflación crónica? Estas son cuatro breves ideas que no pueden faltar en cualquier análisis mínimamente serio sobre el tema.
1) La inflación es un fenómeno de la macroeconomía, no de la microeconomía. Esto quiere decir que la inflación no sube por culpa de empresarios angurrientos o por los salarios altos de los trabajadores. El problema surge de la mala gestión de los gobiernos: gastan más de lo que recaudan y acuden a la emisión monetaria para tapar ese agujero. Ese exceso de oferta monetaria se traduce a los precios.
Analicemos un caso absurdo: ¿Qué pasaría si el gobierno nos regalara a todos los ciudadanos una máquina para imprimir billetes? Fácil: todos gastaríamos una buena parte de nuestro tiempo en imprimir esos billetes para vivir como duques. Este nuevo escenario generaría pocos incentivos para producir porque ya no es necesario trabajar para tener ingresos. Supongamos que el panadero del barrio sigue con su negocio: ¿A cuánto nos cobraría la docena de medialunas? Las vendería a cifras astronómicas.
Este sencillo ejemplo sirve para entender que una emisión exagerada de dinero genera inflación. Allí la culpa no es del panadero, sino de la tonta idea del gobierno.
2) Muchos economistas y periodistas tienen en la cabeza la llamada "Curva de Phillips" cuando analizan la inflación. Phillips fue un economista que estudio el comportamiento de los salarios en Inglaterra durante un siglo. Y arribó a una fuerte conclusión: hay una relación inversa entre inflación y empleo/crecimiento. Si un gobierno se preocupa mucho por bajar la inflación, lesionará el crecimiento. Y viceversa: si pretende estimular el empleo, subirá la inflación.
Ese argumento estaba en el gobierno kirchnerista: hay inflación porque el país está creciendo. Pero en el largo plazo, la Curva de Phillips no es cierta. Por ejemplo, en 2014 y 2016 hubo alta inflación y también recesión. Es decir, el parate económico no alivianó los precios. El ala política de Cambiemos también esbozó cierta afinidad con la caduca Curva de Phillips al pretender una baja más rápida de la tasa de interés de las LEBACS y una relajación de la meta de inflación para que en 2018 haya más crecimiento económico.
En resumen: en un corto plazo, puede haber competencia entre el crecimiento económico y la inflación. Pero a largo plazo, los países se desarrollan sin inflación.
3) Argentina se acostumbró a vivir con inflación. Hasta tanto el gobierno de Macri no pueda hacerla bajar, ¿sirven los mecanismos de indexación o de cláusula gatillo? En la década del 80, la mitad de los sindicatos de Estados Unidos tenían cláusulas de revisión. Eso ocurrió cuando la inflación trepó a números muy altos para ellos: un 10% anual. En Europa, la indexación salarial fue aún más extendida.
Si en Argentina la inflación todavía es mayor al 20%, parece sensato que los acuerdos salariales contemplen ajustes automáticos. Es una garantía contra la inflación futura.
Otros economistas entienden que la indexación salarial es peligrosa en el sector privado. Si una actividad lleva varios años bajando su producción y ventas, no sonaría tan sensato que los salarios reales se mantengan iguales. Si se sigue el principio de productividad, los salarios deberían reducirse. La indexación "forzada" del salario podría llevar a la ruina a ese sector y perjudicar a los trabajadores con múltiples despidos.
4) Como dice el economista argentina Juan Carlos De Pablo, los argentinos solemos culpar a los "destapaollas" en lugar de a los verdaderos responsables. Para luchar contra la inflación, el gobierno actual se topó con tres ollas muy caldeadas: el atraso de las tarifas de los servicios públicos (que generó una imparable bola de subsidios que crecía año a año); el atraso del tipo de cambio por el Cepo; y una pobreza del 30%.
Bajar la inflación cuando aumentan las tarifas es muy difícil. Los tarifazos no generan la inflación, pero sí la aceleran. La devaluación del peso tras la apertura del Cepo también movió los precios internos. En la década del 90, Colombia y Chile comenzaron su lucha contra la inflación retrasando el tipo de cambio. Es decir, dejando el dólar bastante barato. Eso tranquilizaba los precios. Luego, cuando la inflación empezó a ceder, aplicaron minidevaluaciones para compensar.
Lamentablemente, esto no puede realizarse ahora en Argentina porque el tipo de cambio ya está atrasado, por lo que no existe margen para aplicar un rezago aún mayor.
Estos cuatro puntos no se analizan con rigor en el debate político. ¿Podrá el gobierno actual terminar con 70 años de inflación crónica en el país? Los próximos meses serán claves para saber si 2018 perforará ese piso del 20% de inflación que arrastramos desde hace una década.