
Joana Quinteros necesita trabajar y consiguió el empleo, pero tras unas horas de labor en la verdulería situada en uno de los puntos de mayor movimiento de La Granja, no se sintió en condiciones de seguir: renunció luego de ver cómo un ladrón apuntaba su sobrina con una pistola mientras pedía el dinero de la caja del negocio.

"Es mi primer día de trabajo, pero después de lo que pasó al mediodía ya no quiero seguir", dijo firme, pero sin perder el gesto amable que esperan los clientes, la joven empleada que por estas horas ya estará de vuelta en casa y buscando otro lugar donde trabajar.
La situación que empujó a la chica a dejar lo que tanto había buscado, se desarrolló durante el mediodía de ayer, uno de los picos de movimiento diario en la esquina donde se cruzan las avenidas 520 y 143.
El local comparte medianera con una de las referencias más importantes en la historia reciente el crimen en la Ciudad: la casa en la que fueron masacrados a golpes Concepción Diaco (66) y su esposo Pablo Jesús Vaccaro (74). Aquel doble crimen, ocurrido en la noche del 17 de febrero de 2017 todavía no tiene responsables identificados y la brutalidad ejercida contra el matrimonio, al parecer, por dinero que podían tener guardado en su casa (se dedicaban a la venta de frutas y verduras en ferias de la Ciudad), volvió ayer con la forma de otro antecedente de los que meten miedo en la zona.
"Entró y preguntó por un precio de productos que colocamos al costado y no vendemos. Enseguida sacó un arma. Yo estaba con mi cuñada, que estaba sentada acomodando frutas y tenía la beba en brazos", relató Joana. Según la mujer, el revólver fue hacia la niña mientras el ladrón, a los gritos exigía la recaudación. "Dame la plata, dame la plata, gritaba. Le dije que estaba en la caja, que se tranquilice. Entonces, metió la mano y sacó todo lo que había, unos mil pesos. También agarró el celular de mi cuñada", continuó Quinteros con los minutos de terror que le tocó vivir junto a sus familiares en su primer día al frente del comercio.
Tras el robo, mientras Joana y sus familiares se reponían, una vecina vio correr a un joven de unos 20 años, con una gorra que escondía el pelo crecido, atado en la nuca. Se subió a una moto con otro varón que lo esperaba y huyeron. La testigo de la huida pidió auxilio al 911.
Según relataron más tarde en la zona, entre 25 y 30 minutos después llegó un móvil de la Policía. Según Joana, los efectivos visitaron el negocio. "Me pidieron una descripción de la persona que vino a robar y dijeron que tenemos que hacer la denuncia en la comisaría. Después se fueron".