
El dólar volvió a ser noticia la última semana. En solo dos jornadas, Sturzenegger decidió vender 3.000 millones de dólares para frenar la escalada. Fueron montos históricos: casi el 5% de las reservas que tiene el Banco Central.
¿Por qué se dio este escenario de incertidumbre? Hay dos elementos que empezaron a jugar en contra. Uno tiene que ver con lo que sucede en Estados Unidos: la Reserva Federal ya anunció aumentos de su tasa de interés y los capitales de muchos países emergentes migraron en busca de esos mejores rendimientos. El resultado fue inmediato: las monedas sudamericanas se empezaron a depreciar en simultáneo.
Pero hubo otro factor propio que atentó contra el dólar. Un error no forzado. Desde la semana pasada empezó a implementarse el impuesto a las LEBACS para los extranjeros: la famosa renta financiera contra la "timba". La propuesta del Frente Renovador fue incorporada por el gobierno. Resultó un completo desastre. Todos los extranjeros que tenían LEBACS desarmaron a última hora sus inversiones en pesos y salieron en manada a comprar dólares para evitar el pago del impuesto. Esa presión contra el dólar provocó una dramática escalada el día miércoles.
Dejar subir el dólar ante este escenario no debería ser un problema. De hecho, todos los países de la región lo están haciendo. El problema es que una nueva suba del dólar heriría de muerte las pretensiones del gobierno contra la inflación.
EL CUBO RUBIK
El gobierno tiene el desafío del Cubo Rubik: armar una cara sin que se le desarme otra. En economía pasa lo mismo: cuando se quiere arreglar una variable, se afecta otra que esta correlacionada. No es fácil.
A Sturzenegger solo le importa una cara del cubo: la inflación. Por eso el viernes salió con los tapones de punta: subió la tasa de interés al 30.25% (estaba en 27.25%), es decir, cinco puntos por encima de la inflación anualizada. La jugada sorprendió a todos: por el monto y por el momento, ya que se esperaba una decisión similar pero recién en mayo.
"El Banco Central tomó esta decisión con el objetivo de garantizar el proceso de desinflación y está listo para actuar nuevamente si resultara necesario", afirmó el comunicado de Política Monetaria de ese viernes convulsionado.
En el texto, además, se sigue haciendo mención a cumplir con la meta del 15% de inflación. Sturzenegger extremará sus dos herramientas: seguirá interviniendo en el mercado de cambios y mantendrá una alta tasa de interés.
Con una tasa de interés en pesos claramente por encima de la inflación, el presidente del Banco Central busca seducir a los inversores y desalentar la compra de dólares para atesoramiento.
Con este plan de "contracción monetaria", Sturzenegger espera llegar al 1% de inflación mensual a partir de mayo. Sería la única manera de acercarse al 15% anual. Pero todo tiene un costo. "Congelar" el dólar y sostener una alta tasa de interés lastiman a otras dos caras del cubo: las exportaciones y la inversión. El crédito volverá a encarecerse para la producción, mientras que un dólar quieto le quita competitividad/rentabilidad al sector agroexportador, que es justamente el que provee al Banco Central de dólares genuinos. De ahí que Argentina venga acarreando un alto déficit comercial: las exportaciones no crecen con un dólar retenido.
A pesar de esta ensalada de problemas, el viernes hubo señales de acompañamiento mutuo: Dujovne respaldó las decisiones de Sturzenegger, mientras que Lucas Llach (número dos de Sturzenegger) felicitó el trabajo del Ministerio de Hacienda. "La política fiscal es sustentable en la medida que se cumplan las metas fiscales, que se vienen sobrecumpliendo. Se eligió un camino de corrección firme y gradual por buenos motivos económicos: la alternativa era recesiva además de impracticable", dijo Llach.
La inflación de abril será alta. Pero eso no moverá la anualizada porque la inflación de abril de 2017 también había sido elevada. Un mal dato reemplazará a un mal dato. La duda es si Sturzenegger podría llegar a subir la tasa de interés nuevamente en mayo. Habrá que esperar.