La actividad económica había mostrado un muy buen compartimiento en enero y febrero cuando el PBI creció 4.1 y 4.9% respectivamente. En marzo ya había descendido al 2%, mientras que en abril (dato reciente) la actividad se contrajo 0.9%.
De acuerdo al presupuesto 2018 presentado por el gobierno, la actividad iba a crecer un 3% durante este año (similar a lo que creció en 2017), pero ahora los cálculos más optimistas refieren a una suba de solo un 1%. Para muchas consultoras, directamente no habrá crecimiento.
El dato de abril marca un registro negativo después de mucho tiempo: febrero de 2017 había sido el último rojo para la actividad económica. Aquí hay un truco estadístico: como 2016 mostró saldos desastrosos en casi todos los meses, 2017 evidenció un rebote favorable por el efecto comparativo.
El 2018, lamentablemente, vuelve a confirmar las dificultades de nuestra economía para crecer dos años consecutivos. Es lo que los economistas han denominado la maldición de los años pares, donde recrudece la inflación y hay estancamiento o recesión. Ocurrió en 2012, 2014 y 2016. Aunque en menor medida, 2018 no será la excepción.
Hay una explicación política muy obvia para este problema: los gobiernos construyen una economía electoralista en los años impares (más gasto público y obras; dólar barato), mientras que en los pares deben hacer los ajustes y "pagar la fiesta".
La caída de abril muestra contrastes muy agudos. Por ejemplo, la construcción tuvo un gran comportamiento creciendo al 10%. Pero cuidado: el dato de abril aún no tiene en cuenta la suba del dólar que provocó una retracción de los créditos hipotecarios. También la industria manufacturera quedó en verde con un alza del 3%.
El desplome vino por el lado del campo. El rubro de agricultura y ganadería cayó un 30%. Es más, si no se considerase a ese sector, la actividad hubiera crecido casi un 3% en abril.
La sequía destruyó el dato de abril y también genera un efecto colateral sobre el tipo de cambio. El campo es el gran generador de dólares que tiene nuestro país. Es el sector más competitivo e insertado al mundo.
La sequía nos prohibió de tener esa "lluvia de dólares", que serían claves para contrarrestar la demanda que hay en el mercado. Muchos integrantes del gobierno, aunque no lo digan públicamente, no ven con desagrado esta "recomposición" del dólar: entienden que el dólar estaba en un valor muy bajo y que un nuevo precio cercano a los 30 pesos ayudará a tres sectores estratégicos: el turismo local, el campo y la industria automotriz.
Además, un dólar cercano a los 30 pesos lograría equilibrar la balanza comercial deficitaria; es decir, desalentar la salida de dólares vía importaciones (como son los viajes al exterior).
Eso no será gratuito: la suba del dólar generará traumas inflacionarios en el corto plazo. De nuevo: en la mente de estos funcionarios está la idea de asumir todo el costo político y malhumor social en este año no electoral, y luego encarar el 2019 con las variables más acomodadas.
Una última observación sobre el dólar. Esta semana, la consultora Elypsis elaboró un gráfico con la evolución de la divisa desde 1997 a precios de hoy. Por ejemplo, si quisiéramos tener el dólar de Duhalde en el 2002 debería escalar a los 51 pesos. Néstor Kirchner tuvo un promedio de dólar de 39 pesos durante su gestión, mientras que a partir de 2011 comenzó el atraso cambiario hasta llegar al piso mínimo en diciembre de 2015.






