Desde Cúcuta. El puente Simón Bolívar une Cúcuta (Colombia) con San Antonio (Venezuela). A los costados del vetusto puente, antes de pasar por la aduana colombiana, cientos de precarios boliches ofrecen bananas verdes, protector de celulares, agua mineral en sachet, servicios de changarín y pastillas de menta, entre otras ofertas al paso. Ayer a la tarde el ruido era incesante, rutinario y pegajoso, mientras cuatro solitarios militantes de Juan Guaidó exhibían su rechazo al régimen populista y convocaban al recital Venezuela Aid Live y a la movilización que cruzará el puente Simón Bolívar para llevar toneladas de alimentos, medicamentos y artículos de higiene a Venezuela. La soledad de los militantes inducía a pensar que la crisis venezolana era apenas un comentario al pasar, una noticia que rápidamente era sepultada por los resultados de la Champions League.
Error: el puente escondía un ceremonia secreta, un grito de guerra que une a la muchedumbre desconocida, que les arranca una sonrisa, que implica un descargo emocional ante tanta pena por el exilio y la marginalidad.
—¡Maduro! —grita una voz mezclada entre la gente que camina arrastrando los pies por el puente. "¡Maduro!", insiste como una letanía.
Y la respuesta no espera. Esta cargada de odio y bronca. Es un grito atávico, casi gutural:
—Concha de tu madre. La concha de tu madre —, replican divertidos.
El diálogo entre la muchedumbre dura diez segundos. Hay sonrisas cómplices, carcajadas adolescentes.
Y todo empieza como terminó: con los venezolanos soñando con la caída del régimen y volviendo a una casa que no es su casa, en un país que no su país. A pocas horas de su verdadera casa, en el país que aún regentea Maduro.




