No hay consenso entre los economistas sobre cuáles son las variables más importantes para evaluar la eficacia de un gobierno. Pero veamos algunas comparaciones útiles sobre la etapa final del kirchnerismo y la gestión de Macri.
Dos variables claves son el crecimiento del PBI (actividad económica) y la inflación. En ambas lleva ventaja CFK, pero por efecto del "menos malo". La economía 2011-2015 sufrió un estancamiento (crecimiento 0%), con dos recesiones (2012 y 2014). Se frenó el empleo privado que fue cubierto con un desborde del empleo estatal.
Con Macri, ese estancamiento se convirtió directamente en recesión. Salvo en 2017, la economía cayó en sus otros tres años.
En materia inflacionaria, la situación también es conocida: Cristina cristalizó una inflación del 30% en su última gestión, mientras que Macri elevó el piso al 38% en promedio.
Pero estos datos sueltos pro-Cristina pueden ser engañosos. Algunos de los malos números de Macri también se explican por la necesidad de hacer correcciones sobre variables que eran insostenibles. Era insostenible un dólar oficial a 9 pesos porque el Banco Central se estaba quedando sin reservas para "aguantarlo" ficticiamente a ese nivel.
También era insostenible para el fisco un atraso tarifario cubierto por una ola gigantesca de subsidios, algo que ya había sido denunciado por el propio Lavagna cuando dejó el Ministerio de Economía.
También era insostenible el cepo, que había herido a muchas industrias dependientes de importaciones.
Macri dejará su gobierno con un año completo de superávit comercial (gracias a la última devaluación), casi con equilibrio fiscal, con tarifas actualizadas, y con un dólar más competitivo.
Pero todo eso choca con un panorama desolador en la economía real: el comercio y la industria manufacturera llevan 9 meses desangrándose. El Banco Central domó al dólar, pero los resultados contra la inflación son flojísimos. El agro empuja, pero no alcanza.
Macri intentó un ajuste gradual en 2016. Duhalde, en el 2002, lo había hecho brutal: con una maxidevaluación y salarios congelados. El país se hundió muy fuerte en el 2002, pero rebotó con parecida potencia los años siguientes. El gradualismo del 2016 no funcionó: no hubo un hundimiento como en el 2002, es cierto, pero la mediocridad fue la regla. No hay signos de un repunte inmediato.
El próximo Ministro de Economía no tendrá mucho margen para fallar. Las pesadas herencias se van acumulando. Cuando una variable mejora, otras dos empeoran por efectos secundarios. Asi fueron los últimos 8 años.
