No hay sorpresas en el gabinete económico de Alberto Fernández. A pesar de algunos matices, armó un equipo netamente heterodoxo con Martín Guzmán, Matías Kulfas, Cecilia Todesca y Mercedes Marcó del Pont. Alguna incertidumbre mayor despierta Miguel Pesce en el Banco Central.
Por "heterodoxo" se desprenden las siguientes implicancias: el déficit fiscal puede ser tolerado (poca creencia en la importancia del ajuste del gasto público y el equilibrio fiscal como dinamizador de una economía); no siempre la emisión monetaria genera inflación; el estado puede cumplir un rol importante en la política de precios-ingresos; y la industria local debe ser protegida con aranceles y límites a las importaciones.
De allí que el déficit actual será tapado con emisión monetaria y con aumento de algunos impuestos (retenciones y bienes personales). La presión impositiva al sector privado seguirá siendo alta y existirán mayores desincentivos a la exportación. Una economía más cerrada. También quedan descartadas, al menos inicialmente, una reforma laboral y jubilatoria como pedían los agentes del mercado para descomprimir la cuestión fiscal y aliviar a largo plazo las variables macro.
Hay otro peligro: generalmente las políticas heterodoxas pueden generar una reanimación rápida de la economía pero llevan el sello en la frente de la inflación. Alberto deberá contener esas expectativas que pueden ser explosivas en un plazo no muy lejano.
La gran incógnita pasa por saber si Alberto tiene un Plan B. Si esta noción heterodoxa fracasa, ¿qué hacer?
A Menem le pasó esto mismo: entre el 89 y el 91 mantuvo una política pragmática y errática. Ese 1991 dio un vuelco de 180 grados: un verdadero shock liberal. Y la economía reaccionó favorablemente los primeros años.
El hecho de que el equipo económico de Alberto sea muy homogéneo en su pensamiento podría ayudar a este propósito. Si fracasa, quedará claro que fue por la orientación ideológica heterodoxa. Lo que no queda claro es si tiene un Plan B de economistas más "pro-mercado". Guillermo Nielsen es un ejemplo de esta línea alternativa. Le dieron la presidencia de YPF. No es un lugar menor, pero estará alejado de las decisiones económicas del día a día.
Macri tampoco tuvo un Plan B cuando empezó: apostó todo al gradualismo fiscal que estalló en mayo de 2018. Alberto, a quien se le destaca su espíritu pragmático, debe leer este ejemplo cercano y no caer en enamoramientos ni visiones ideologizadas del funcionamiento de la economía.
