No se trataba de una expedición ni mucho menos. Tampoco de una aventura personal. O sí; nadie sabe qué se le pasaba por la cabeza a este hombre que zigzagueaba por avenida 13, y se dirigía casi gateando por calle 45 chocándose con los autos estacionados.
A viva voz, el sujeto encapuchado (solo se le veían los ojos), que llevaba consigo mochilas y bolsas encima, dirigía su mirada hacia el cielo con la vista perdida, e insultaba vaya a saber uno a quién. "Uo, uo", agregaba en sus gritos desesperados.
No se mantenía en pie, no podía coordinar dos pasos seguidos, y las palabras emitidas eran poco claras. Prácticamente indescifrables.
Lo cierto es que su presencia alteró a los vehículos que aguardaban su momento para pasar el semáforo de la esquina, porque los conductores de los mismos no sabían cómo podía reaccionar el individuo. Asimismo, ciudadanos que circulaban en ese momento por la zona se sorprendieron y atemorizaron por una posible reacción del sujeto que no paraba de insultar al cielo, y con su caminata poco común se acercaba cada vez más a los transeúntes que vieron alterada la paz en esta cuarentena.