Gustavo Portela tiene 56 años, es actor, trabaja en una dependencia del estado provincial, y es padre de tres hijos; Emiliana (27) Guillermina (25) y Pedro (17).
Su historia de vida es digna de ser contada, leída y analizada. En el año 2008 se enteró que había sido adoptado pero no por boca de su madre adoptiva, sino por un tercero. "El tiempo fue pasando y fui creciendo con esa sensación pero con pocas respuestas. Fue entonces cuando ya adulto y con mi propia familia formada, mi compañera de ese momento fue la que me comentó un encuentro que habían tenido de casualidad sus padres con un primo de mi padre adoptivo al que conocían. En un momento de la charla, este primo de mi padre desliza el comentario de mi adopción como algo ya conocido. Quedaron sorprendidos pues no sabían nada. Mi compañera de ese entonces conocía mis dudas acerca de mi origen y al enterarse de este encuentro, tardó un tiempo en animarse y contármelo. Esto ocurrió en el año 2008. Fue así entonces que certifiqué que mis dudas eran totalmente ciertas. Inmediatamente surgió la necesidad de empezar por algún lado la búsqueda de mis padres biológicos, de mi origen", le dijo Gustavo a LAPLATA1.com.
"Después de confirmar mis dudas, decidí hablar con mi madre adoptiva, pues mi padre había fallecido en el año 1989. Así, y tal como figuraba en la partida de nacimiento (documentación legal pero no real) nací el 25 de abril de 1964, asistido en el domicilio particular de la partera Isabel Pérez Puricelli, en la calle 57 N° 1161 de la ciudad de La Plata. Luego de unas horas fui llevado a la casa donde me esperaban. Según me cuenta mi madre adoptiva, cuando se comunicó con la partera, ésta le dijo que había una posibilidad con una chica joven, estudiante, que estaba de 3 meses de gestación y que había que esperar. Le informaba cada tanto como iba todo, hasta que llegó el día del parto. Parece ser que hubo un acuerdo de confidencialidad en donde ninguna de las partes sabría de quién era ese bebé ni a donde iría finalmente. Aparentemente esta partera tenía esta práctica habitual ya que después me enteré que tenía algunos problemas judiciales. Intenté comunicarme con ella, logré que me atendiera en una llamada telefónica pero cuando le conté el motivo del llamado, se hizo pasar por otra persona. Hoy no sé si vive aún", continuó.
Al enterarse de su verdadera situación, Gustavo relató que sintió alivio consigo mismo y decidió comenzar con la búsqueda de sus orígenes. "Confirmar lo que siempre sentí fue una reafirmación de mis convicciones y a la vez me generaron mucha incertidumbre sobre el mundo que se abría. Soy un convencido que todo el mundo tiene el derecho de saber cuáles son sus orígenes, de donde proviene y quiénes son sus lazos sanguíneos. Y mucho más teniendo hijos a los que también los asiste el mismo derecho. La situación particular de tener que dar un hijo en adopción, no es materia para juzgar. Es difícil después de gestar un bebé durante 9 meses, sentirlo parte propia, y tener que desprenderse de él, es al menos complicado. Esa madre, independientemente de sus motivos, aún hoy debe despertarse todas las mañanas y preguntarse dónde estará ese niño".
"Mi meta sigue siendo encontrar mis orígenes. Si los encontrara, me gustaría escuchar su versión de todo. No los juzgaría; creo que hay algo superador que es el encuentro", completó.
Y agregó: "No estoy dolido. Si me enojé mucho con el hecho de no haberme enterado antes. Mis padres adoptivos, claramente por problemas no podían tener hijos propios, y tal vez por falta de herramientas o simplemente creer que lo mejor era no contarme e incluso armar una historia para sostener una realidad ficticia, sólo por el deseo de tener un hijo. De todos modos no resulta fácil para mucha gente de su generación. En la actualidad casi no ocurre, hay más soportes psicológicos y también más conciencia sobre el tema".
