El misterio es uno de los ingredientes infaltables en la fundación de La Plata, es que algo tan genial no puede ser simplemente cierto, sin mística ni magia.
La bruja de Tolosa maldiciendo a Dardo Rocha, la calle 52, los túneles subterráneos, las estatuas de Plaza Moreno haciéndole "cuernitos" a la Catedral, el Palacio Municipal dándole la espalda a la misma, y un sin fin de teorías cada una más inchequeable y hermosa que la anterior.
Una de las que destaca, sobre todo por su gran porcentaje de verdad, es que la Casa de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, ubicada en 6 entre 51 y 53, fue construida sobre un cementerio indio y esto trajo con ello historias paranormales en el edificio.
Una de las más fantasiosas habla de sangre que suele aparecer de la nada. Sí, al mejor estilo "El Fantasma de Canterville" (tal vez sólo hace falta un poco de Campeón Pinkerton). Rumores que han trascendido de los empleados del lugar, y han pasado al cuchicheo general de la gente, hablan de gritos distorsionados que se escuchan por la noche desde el Salón Dorado. Se habla de "gritos distorsionados" porque son casi cómo si tuvieran autotune, son gritos perdidos y exageradamente agudos. También indican que se pierden en llantos perdidos y tartamudeos de niño llorando, cómo si los atormentaran los espíritus indígenas.
La eterna discusión de creer o no queda en la experiencia propia del lector. Lo que si puede confirmar (y comprobar) es que efectivamente la Casa de Gobierno fue construida sobre restos de indígenas. Durante la construcción de la misma, en el año 1882, fueron encontrados cadáveres que se dictaminaron que eran de aborígenes. Tras estudios, se confirmó que eran, efectivamente, pertenecientes a la tribu de los querandíes.
Yendo un poco en contra de esta idea de lamentos y venganzas de los indígenas por el destrato, el fundador de La Plata, Dardo Rocha fue más que respetuoso con este descubrimiento e incluso ordenó por medio de un decreto que se inviertan hasta 2.500 pesos (plata de ese entonces) para realizar las investigaciones pertinentes y los cuerpos sean exhibidos en el Museo Público.
De hecho, tras el descubrimiento se cambió la fachada original que se planeaba para la Casa de Gobierno, agregando a ella rostros de indígenas esculpidos, a modo de homenaje.
