Así como se dice que Alberto Fernández tiene la misión de conjugar las diferentes expresiones ideológicas o partidarias dentro del Frente de Todos, un rol muy similar parece cumplir Martín Guzmán: un equilibrista pragmático que se corre de los extremos.
Desde su asunción en diciembre de 2019 no ha cambiado su tono moderado. Y tampoco se ha subido a las batallas libradas por el núcleo duro del gobierno: no agredió a los bonistas, tampoco al FMI, no echó culpas al “campo” por la falta de liquidación en el 2020, e insiste en que los empresarios no son los responsables de la inflación.
Sobre todo, intenta resistir ante una militancia que exige más “dureza” contra los “poderes concentrados” para solucionar los problemas económicos del país.
Recientemente afirmó que reducir el déficit fiscal no es algo de derecha, sino una obligación del gobierno para no emitir más dinero o tomar deuda. Esta definición le valió algunas críticas dentro del espectro kirchnerista. Por ejemplo, Amado Boudou afirmó: “No estoy de acuerdo en nada de lo que dijo”.
Ya el mes pasado había sorprendido una dura columna de Horacio Verbitsky contra el Ministro de Economía. Le cuestionaba su visión sobre la inflación y también las personas con las que se estaba rodeando: puntualmente Daniel Heymann y Fernando Morra, dos economistas alejados de la prédica de izquierda.
En Juntos por el Cambio hay diferentes versiones sobre este rol de Guzmán. Hay quienes defienden al Ministro porque entienden que un virtual reemplazante sería más extremo en sus decisiones. Otros tratan de alimentar y estimular esas diferencias conceptuales dentro del armado económico del Frente de Todos. Y hay quienes sencillamente creen que no hay diferencias sustanciales entre Guzmán y el nucleo económico más kirchnerista.
El 2021 servirá para saber la verdadera firmeza de Guzmán en su objetivo de reducir el déficit fiscal, o como él lo llama, “la sostenibilidad fiscal”. En primer lugar, tiene presiones políticas por el lado de las tarifas: desde el ENARGAS le piden incrementar el ratio subsidios/PBI, y Guzmán entiende que ese cociente debe mantenerse constante. Ojo: si hay más crecimiento económico de lo esperado (más PBI), habrá mayor margen para elevar los subsidios en términos nominales y así evitar saltos tarifarios significativos.
Y en segundo lugar, el proyecto de Ganancias de Massa también erosiona (al menos en el corto plazo) las cuentas públicas del gobierno. Es un motor menos de recaudación. El mercado mira con atención estos fenómenos: ¿Se podrá reducir el déficit cuando las elecciones incentivan a los gobiernos a subir el gasto público y reducir impuestos? Un complicado equilibrio.
