Falta mucho para el 2023, pero dentro de Juntos por el Cambio fluyen cada vez más precandidatos para las próximas elecciones presidenciales.
Patricia Bullrich está anotada en esa lista. Ella misma expresó que Juntos por el Cambio debe ir a una gran PASO para definir a sus candidatos. Y tal vez sea la dirigente opositora que más habla sobre cómo sería una próxima gestión de Juntos por el Cambio.
“Hay que jugarse la vida”, es su frase de cabecera. ¿A qué se refiere? Entiende que un “segundo tiempo” de Juntos por el Cambio no admite más tibiezas. “Hay que hacer los cambios de forma concreta, rápida y valiente”, resume. No está dispuesta a negociar ni a seguir el famoso “gradualismo” del que tanto habló Macri en el 2016 y 2017 antes de que todo estallara.
A su famosa guerra con la CGT y los Moyano, se sumaron también las críticas durísimas contra la Unión Industrial. Los acusó de ser cómplices de la caída de las pymes. Tampoco quiere los obstáculos del Senado y los gobernadores. Cree que ellos también son parte del sistema que “traba” al país y no lo deja crecer.
Para poder llevar a cabo esos cambios aplicará recursos muy polémicos. Lo dijo públicamente: instrumentos de una democracia plebiscitaria. Dicho en criollo: “consultas populares” sobre ciertos temas y que sean vinculantes. Uno de esos temas sería la reforma sindical y laboral, algo sobre lo cual también había trabajado Raúl Alfonsín pero sin prosperar.
Yendo al contenido de esa reforma, hay una idea interesante en el diagnóstico de Bullrich: la necesidad de que las leyes laborales no sean aplicables a todo el universo por igual. Puntualmente, propone que haya leyes laborales más rígidas (como las actuales) para las grandes empresas, mientras que las pymes puedan tener acuerdos salariales y convenios más flexibles y realistas.
No está sola en este intento. Ya ha juntado a una serie de pequeños empresarios y sindicalistas para su cometido. También propone un límite a la cantidad de afiliados por gremio. Es una idea más peligrosa: puede leerse como la intención de debilitar a los sindicatos frente al poder político o económico.
La gran incógnita es si otras líneas de Cambiemos están de acuerdo con estas propuestas. Alfredo Cornejo, uno de los radicales que quiere competir en el 2023, parece estar en sintonía, pero mucho más difuso es el panorama si pensamos en Lousteau y Rodríguez Larreta. Por otro lado, queda el interrogante de si estas "consultas populares" son constitucionales o bordean el límite de una democracia representativa.
Una “mega-PASO” de Juntos por el Cambio en el 2023 podría ser complicar seriamente a Larreta. No es casual que Bullrich lo proponga. Se sabe que (por lo menos actualmente) Larreta es el mejor candidato de la oposición para disputar contra el Frente de Todos (tiene una baja imagen negativa y simpatía de algunos sectores independientes menos politizados), pero en una PASO interna podrían morderle votos de todos lados.
Los simpatizantes de Juntos por el Cambio más críticos de Macri podrían elegir al precandidato radical, y los más duros elegirían a Bullrich. En todo caso, Larreta tendrá que convencer a los partidarios de Cambiemos de que él es el mejor candidato para disputar la próxima fase: la de octubre.
Un candidato más “extremo” o “radicalizado” sirve para ganar las PASO, pero después sufre en las generales. Pasó con Aníbal Fernández: ganaba en una interna pero después tenía más dificultades para “pescar” votos ajenos. Son cálculos que Bullrich y Larreta deberán tener en cuenta.
