Puede volver la pizzería de Carloncho, el famoso platense que quedó en la calle y ahora toma mate en un puesto del Diario Hoy

Sociedad 08/05/2021 . Hora: 09:39
Juan Pedro Barra
Por Juan Pedro Barra
Periodista.

No son pocos los vecinos platenses que conocen a Carloncho, el pizzero con una historia de vida increíble. Carlos Alberto Barrese tiene 81 años, nació con menos que nada, llegó a tener más que todo y nunca se olvidó de donde salió.

Carloncho recibió a LAPLATA1.com en el parador de la Fundación Sumando Voluntades, en 8 y 38, al que fue a parar cuando ya no tenía donde ir. Preguntando primero si era del gobierno, y ante la respuesta negativa, me dejó pasar a su morada para que le haga "un reportaje" (en palabras de él y uno de sus compañeros sordos).

SHIITAKE SUSHI AND WOK LA PLATA 300 x 300

Infancia de guacho

Esperamos 5 minutos a que llegara su hijo de corazón, Andrey, el único que no lo abandonó. "Yo era un paria, un guacho, nunca conocí a mi padre y casi que no tuve madre. En ese tiempo, los guachos éramos carne podrida y nos metían presos, solo por no tener padres. Eso no lo sabe nadie, yo sí porque lo pasé", comenzó Carlos contando su historia.

MOSQUITO MLP

Él llama "La Señora" a su madre, quién tiene 98 años y aún vive, pero hace 40 años que no tienen contacto. "Yo olvido pero no perdono, y el que me quiera reprochar algo tiene que vivir lo que viví yo", declaró.

Al salir del colegio, Carlos vivía aún con su madre pero lo tenía a "un costado", hasta lo hacía dormir en la cocina. Con una rara mezcla de bronca y entendimiento, Carloncho relata que "ella ya tenía una familia nueva, con otro señor y otros hijos, yo no tenía lugar en esa vida".

HIPICO RODA

"Yo nunca tuve un beso, de mi madre o mi padre. Los pocos de la que dice ser mi mamá, eran con asco", afirma Carlos.

Un par de macanas

"Ya después de eso salí de mi casa y me mandé un par de macanas", reconoce el pizzero y agrega, "caí preso 9 años, con 9 meses y 27 días por estafas reiteradas. Estaba mal pero era una pavada, de vez en cuando me hacía pasar por inspector y cobraba unos pesos. Hoy por eso salís a los 3 días".

Asegura que entró a los 20 años y nombra las cárceles por las que pasó: Olmos, Las Heras, Caseros y Devoto. Algunas de ellas ni siquiera siguen existiendo.

Al recordar su estadía en las instituciones carcelarias, reflota su rencor al poder del Estado: "En ese momento una comisaría que no tenía picana eléctrica, no era comisaría. Y a mí me 'maquinearon', hasta en los testículos. Por eso nunca pude tener hijos". Hasta se acuerda del subcomisario de Bernal, encargado de electrificarlo, de apellido Corse.

Salir de la botella

Luego de cumplir su pena, Carloncho le pidió a La Señora que le compre un pasaje a Estados Unidos, quería irse de Argentina: "Yo salí de la cárcel a los 30, o sea que viví esos 30 años en una botella, no conocía nada".

Luego de prender un cigarrillo, entre pitadas cuenta que "era tan ignorante que no sabía que cuando acá era verano, allá era invierno. Entonces me fui con 5 dólares, una camiseta y un pantaloncito corto: hacía -3º". Él llegó al Aeropuerto Internacional Kennedy y tenía la idea fija de ir al Central Park, "como todo inmigrante que llega".

Obstinado, caminó 34 kilómetros en el frío, hasta llegar al famoso parque. "Se hizo la noche, tenía un hambre bárbaro y no hablaba inglés. Me encuentro a un puertorriqueño, le digo que estaba en la calle y me mandó al Puente de Brooklyn".

En una actitud muy argenta, se presentó con quiénes estaban en el puente, le dieron unas chapas y unas maderas con las que se hizo el techo. 

Sintiéndose como en casa, se guió en las calles con números de Nueva York, hasta llegar la pizzería King de la Avenida 7 y 42. "Los yankees no comen los bordes de la pizza, entonces yo iba a agarrarlas y me las llevaba hasta el puente para comerlas con todos", explica Carloncho.

"Dicen que era buen pizzero"

"Ahí me ven y me invitan a trabajar, yo enloquecido dije que sí. Les dejé la pizzería impecable, como nueva, me dieron un guiso y me lo devoré", cuenta Carloncho y agrega entre risas que "me decían 'pará argentino', mientras yo comía".

En el restaurante, el encargado era ecuatoriano, y a eso de la una de la madrugada le dijo a Carloncho que lo llevaba hasta su casa. "Yo no le quería decir que vivía abajo del puente porque me iba a echar, entonces le dije que no se haga problema, que vivía a 3 cuadras", explica. Pero el encargado le insistió y tuvo que confesarle su dirección.

Mientras él pensaba que lo iban a echar, el ecuatoriano lo hizo subir a su auto y lo llevó a su casa. "Tenía una familia, con 4 hijos, me puso un colchón en el altillo y dormí ahí. Al segundo día ya me alquilaron un departamentito en Queens", relata Carlos Alberto.

Allí, nuestro Carloncho aprendió el oficio de pizzero y vivió durante 10 años: "Dicen que era bueno, entonces me llamaron de Toronto". En Canadá vivió otros 3 años, donde pudo hacerse de unos ahorros y volvió a su querida ciudad de La Plata.

El insólito éxito del guacho

"Como le digo a mi hijo postizo, todo puede lograrse y la gente puede superarse, por eso decidí volver y poner un restaurante acá", dice Carlos y precisa que "puse la primera pizzería de piedra refractaria en la República Argentina".

La primera fue en la esquina de 55 y 5, y se llamaba "Carloncho I", que fue un éxito inmediatamente, hasta que se la compraron por 10 mil dólares. Siguió insistiendo en La Plata y decidió poner un nuevo local en 7 y 59, del que se tuvo que mudar al poco tiempo, porque la gente ya no entraba.

Pasó a la esquina de 7 y 60, frente a plaza Rocha. "Me hice un hombre una buena posición económica, era uno de los 4 más importantes de La Plata y a mucha gente pobre que venía a comer yo no les cobraba. Porque yo sabía lo que había pasado de chico, que era un guacho", expresa Carloncho mientras confiesa que le compró una casa a La Señora a pesar de no tener relación con ella.

"En el año 2001, cuando el país explotaba, a mí me empieza a ir aún mejor y me fui a recorrer Europa", dice dejando notar a la vez culpa y orgullo, esa mezcolanza que solo da la memoria.

Por algunos amigos "de los chicos buenos", Carlos fue el único argentino en ir al casamiento del Rey de España. No sabía que regalarle y le llevó un ejemplar del Martín Fierro. Con la misma emoción que ese momento, cuenta que "de todos los regalos, él se detuvo a leer una página de ese libro".

Fundación Sumando Voluntades

"Acordate de donde saliste, porque ahí siempre se puede volver"

En sus momentos de mayor éxito, Carloncho tuvo siempre presente el 'paria' que fue, adoptando a varios hijos que, según el denuncia, lo abandonaron cuando cayó.

"En el año 2018, llegan de una empresa amigada con Macri, empiezan a edificar al lado de mi pizzería y me la quieren comprar. Cuando yo me niego, aparecen con una carta de documento diciendo que me tenía que ir", precisa el pizzero de 81 años.

Asimismo, asevera que "fuimos a juicio y el Juez llamó primero a la parte denunciante, cuando salen entro yo, con el papel de que ese lugar me pertenecía hasta el 2021, y me dicen que iba a tener que irme". Él no esconde su bronca con el Poder Judicial, y dice sin miedo que "no hay justicia más corrupta que la de Argentina, te lo digo de guacho y ahora".

Quedó sin nada, pero con el amor de la gente y los vecinos platenses. En su peor momento, fue Nancy Maldonado, de la Fundación Sumando Voluntades, quién lo salvó. "Yo estaba en la calle y me iba a ahorcar, ya tenía hasta las cadenas, pero ella me salvó", dice el histórico platense a este medio.

Hoy, Carloncho ayuda en la fundación de Nancy y es acompañado por su hijo postizo, Andrey. Suele ir a tomar mates al puesto del Diario Hoy en la plaza Olazábal, donde los vecinos lo reconocen y hasta le ofrecen dinero, que él rechaza.

Asegura estar bien y que cuando pase la pandemia podrían volver las pizzas de Carloncho, como los platenses las recuerdan.

TWITCH CADENA COOL
Dejar un Comentario