Alejandra nació el 10 de febrero de 1973 en La Plata y recién el año pasado descubrió lo peor: su mamá biológica le había mentido durante 29 años.
“Es una historia de novela”, reconoce Alejandra en diálogo con LAPLATA1.com. Y realmente lo es. Su infancia no fue fácil: su papá era alcohólico y su mamá le pegaba. Y ya desde chica sospechaba que en realidad sus padres no eran sus padres. Ella era bastante morocha y sus padres de tez blanca y rubios. Algo no cerraba.
Finalmente, sus padres adoptivos le contaron la verdad, aunque ella en realidad ya lo había descubierto. Cuando cumplió 18 años, empezó a estudiar Veterinaria y emprendió la búsqueda de sus verdaderas raíces. Así fue que en 1991 pudo contactarse con su mamá biológica, Mercedes.
Pero todo estaba muy lejos de terminar: “Al comienzo bien, nos empezamos a ver, ella me decía que no podía tenerme, pero con el tiempo esa version cambió. Yo siempre le pregunté quién era mi papá y esquivaba el tema. Finalmente, terminó diciéndome que ella no me quería tener”.
Durante 29 años le mintió. Su abuela de crianza le contó la verdad: Mercedes había trabajado para una familia de médicos en Capital Federal y ella mantuvo un romance con el hijo de su patrona, un joven que en ese momento estudiaba Medicina. Un día empezó a sentirse descompuesta y fue a una clínica: allí le informaron que estaba embarazada.
Posiblemente asustada por la situación, Mercedes se volvió para La Plata y nunca le dijo la verdad a ese joven estudiante de Medicina. Ese joven estudiante de Medicina hoy tendría alrededor de 70 años. Sabe que se llama Víctor “Schimidt”, aunque el apellido no logra descifrarlo aún. Víctor es su papá biológico. Él no lo sabe. Fue lo que Mercedes, su mamá, ocultó por tantos años.
Alejandra fue a ver a la partera ilegal donde nació, pero estaba ya con demencia senil y no recordaba nada. La búsqueda se ha empantanado. La cuarentena complicó todo más. Sabe que Víctor es médico pero no tiene mucha más información. Ella cree que está vivo. Con su mamá biológica ahora guarda una relación de mucha desconfianza. No cree en la información que pueda brindarle.
“Ya conozco la mitad de la historia, pero quiero completar mi historia”, completa Alejandra.
