El 14 de noviembre serán las elecciones generales. No solamente definirá cómo quedará integrado el Congreso, sino que marcará el pulso de la economía a futuro.
Hay al menos tres interrogantes o variables que decidirán el rumbo: quién gane las elecciones, qué línea interna “filosófica” se impone dentro de la gestión económica, y el nivel de restricciones económicas vinculadas a la pandemia.
El segundo punto es el más interesante. Martín Guzmán parece desligado de la lucha inflacionaria, y volvió al reducto de la deuda. Si el Frente de Todos patina en las elecciones, ¿le achacarán a él alguna responsabilidad por la marcha de la economía? Él podría responder, con bastante fundamento, que un posible traspie se debe a la inflación, y esa pelea la está dando otro sector.
Ese “otro sector” está liderado por Paula Español, la Secretaria de Comercio. En los últimos meses se ha puesto la batalla de los precios al hombro con el lanzamiento de distintos programas de control o congelamiento de productos.
Paradójicamente (o no), la tarea de Guzmán se vio beneficiada por el aumento de la inflación. Producto de una mayor inflación, la recaudación creció fuerte en términos nominales. Y dado que los gastos no se están moviendo al ritmo de la inflación, el déficit fiscal se achicó sensiblemente. Un excel que seguramente agradará al FMI.
Justamente el acuerdo con el FMI es uno de los temas a resolver. Guzmán no quiere dilatar el arreglo, pero tampoco el Frente de Todos tiene incentivos para apurar la discusión en la previa de las elecciones. Por lo tanto, el acuerdo llegará seguramente después de noviembre.
En materia de dólar, el Gobierno prevé una mayor calma a la esperada meses atrás. La expectativa de devaluación se desinfló en el último mes, y también el Banco Central viene pisando la cotización oficial. En mayo, el dólar subió un 1,5%. Y la inflación de mayo no será menor al 3%. Esa tendencia se va a mantener por lo menos hasta las elecciones. Habrá depreciaciones pero muy por debajo de la tasa de inflación.
Pero tampoco sería muy probable esperar un estallido post-noviembre. El Banco Central está cada vez más fuerte de reservas y el cepo evita que pueda surgir una corrida violenta como de la del 2018. Lo que sí se espera es que el Gobierno aceleré el ritmo de depreciación. Por ejemplo: si la inflación es del 3%, la idea es que la depreciación no sea inferior al 2%.
La recuperación económica dependerá también de la situación de la pandemia. No sería extraño esperar un “veranito productivo y comercial” luego de las elecciones, donde seguramente habrá pocos contagios. El problema es que esa recuperación no tendrá largo aliento si persiste el cepo, la alta carga impositiva y la inestabilidad macroeconómica.
De todas formas, la inflación será la madre de todas las batallas económicas. De nuevo: si el gobierno no sale airoso de los comicios, ¿la culpa será de la filosofía económica de Guzmán o de Español? Incluso hay quienes creen que la Secretaría de Comercio actúa con tibieza y esperan más sanciones a supermercados o empresas alimenticias. Es decir, corren a Español por izquierda. Y ese es un discurso que cala hondo en buena parte de la sociedad, inclusive en gente menos politizada y alejada de la grieta. No es una alternativa descartable.
