Anna tiene 47 años y desde el 2008 vive en La Plata. Pero guarda una historia muy particular: nació en Armenia y vivió allí hasta los 30 años.
LAPLATA1.com dialogó con ella, una “inmigrante” que ya se siente platense. Vive en 26 y 60.
“Viví 30 años en Armenia, y ahí tomé la decisión de venir a la Argentina para ver a mi tía que ya estaba aquí. Vine con una hija, mi papá y mi papá. Fue el 6 de junio del 2004”, recuerda.
“Mi idea era visitar parientes y cambiar un poquito mi vida. Realmente hice un paso muy arriesgado. No sé si haría algo así ahora. No sabía una sola palabra en castellano. Me costó mucho la adaptación”, cuenta Anna.
Ella llegó primero a la Ciudad de Buenos Aires. Allí empezó a trabajar en un centro de estética. Ya hacía pedicuría y depilación en su país natal: “No tenía otra opción que trabajar. Debía afrontar muchos gastos. Trabajaba y aprendía el idioma escuchando y leyendo. A los 6 meses empecé a entender el idioma. Puse un gran esfuerzo. Pero siempre me sentí muy a gusto y cómoda en Argentina”.
De todas formas, aclara que “las costumbres armenias no las cambié. Trato de hablar con mis hijos en armenio”.
Cuando vino a la Argentina, lo hizo con su hija de 9 años. Una etapa muy compleja. “Tomé la decisión de mandarla a un colegio público argentino porque creía que era la mejor forma para que ella aprenda el idioma. Fue muy difícil para ella y también para mí al ver cómo le costaba relacionarse con el resto de los chicos. Pero logró adaptarse y a los 6 meses también empezó a aprender el idioma”, recuerda.
En ese momento, decidió cambiarla de escuela y la llevó a un colegio armenio: “Ahí fue más fácil para ella. Estábamos entre gente que conoce nuestras costumbres. Nada era raro”.
En el 2006, Anna conoció a su esposo y en poco tiempo nació su hijo. Por cuestiones de trabajo debieron mudarse a La Plata. Hace 13 años que vive en nuestra ciudad.
Aquí se abrió un salón de estética. Anna señala que su mamá se volvió a Armenia en el 2017: “Yo todavía no viajé ni fue a visitarla. Justo tenía ganas pero por la pandemia no se pudo”.
“A veces siento que nací acá. A mis amigos de Argentina les gusta venir porque saben que hago comidas muy ricas, de Armenia. Por la pandemia tuve que cerrar el centro de estética y empecé a hacer comidas. Así surgió un emprendimiento y empecé a cocinar en el invierno. Se vendía mucho”, agrega Anna. Ahora ya pudo abrir de nuevo su local de estética y dejó la comida solo para sus amigos.
“La ciudad de La Plata es mi lugar en el mundo”, concluye Anna, mitad armenia y mitad platense.
