Elección de candidatos, debate de modelos

Opinión 19/07/2021 . Hora: 17:21
Elección de candidatos, debate de modelos

Por Bruno Ferronato y Germán Epelbaum

Por cuestiones estructurales (económica-política y social), la Argentina tiene rasgos que se repiten de forma permanente o cíclica durante años o décadas. Es esta repitencia la que se va solidificando por encima de la voluntad -e incluso la conciencia de sus habitantes- de tal forma que se conforman estructuras perennes en el tiempo. Así, la racional desconfianza en la propia moneda es un rasgo que podríamos denominar estructural de la cultura económica de las y los argentinos, y motivos no faltan para ello. De la mano de este factor, se dan los ciclos económicos de auge y crisis sistémica que nos sacuden a (casi) todos y todas, pero con claros perdedores.

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Son esos que empezamos a escuchar en la niñez en boca de nuestros abuelos, y los que nos hacen prepararnos porque “vamos a estar unos años bien y después se pudre de nuevo”. Se le llamó “Rodrigazo”, “crisis de la deuda”  “la Hiper”, “corralito”, o nominándolo más sofisticadamente “crisis por restricción externa” según quién la haya sufrido.

Los sucesos van cambiando según las particularidades de la época, pero hay un hilo conductor; un país que necesita más dólares que los que produce o consume para desarrollarse y mantener el bienestar de sus habitantes. Tenemos una población con una vara alta y digna de reclamos y necesidades, pero con una productividad por habitante que no puede satisfacerla. Así, cuando se produce un cambio en la tasa de la reserva de Estados Unidos, cuando hay que devolver la plata que pedimos, o cuando baja la commodity estrella de turno… explota todo. Mejor dicho, se pincha.

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Del mismo modo, y muy felizmente, el consenso democrático post dictadura parece ser mucho más sólido que lo que piensan algunos. Ni es tan fácil equiparar cualquier gobierno que no nos guste a una dictadura -aunque sus petates democráticos puedan ser bastante flacos- ni tampoco se puede  moverle el piso y tratar de sacarlo antes como si nada. La democracia es algo positivo, dicen las encuestas que dice la gente. Son la vía para resolver los problemas que nos aquejan colectivamente, y el votar es un hecho cívico que muchas y muchos incluso siguen celebrando cuando salen del cuarto oscuro.

Frente a la carnadura de estos elementos es que la Argentina se encamina a un nuevo proceso electoral. Se hará en medio de la peor crisis sanitaria de los últimos cien años, y también en uno de los puntos más bajos del ciclo económico de “crisis por restricción externa”.

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Las elecciones de medio término son siempre menos atractivas para el votante medio, y son de hecho menos definitorias que las de cargos ejecutivos. Por más que siempre traten de atraernos con la premisa de que “se plebiscita el modelo” o “está en juego la república”, lo cierto es que no es tan así. Sin dudas una elección municipal y provincial en todo país tiene mucha relevancia, pero no parece ser esta oportunidad aquella en la que más haya por definir sobre la mesa. Por otro lado y muy trascendentalmente, cada fuerza deberá resolver algunos dilemas de peso de cara a los próximos años. Amén de los recurrentes juegos tácticos de ir del extremo al centro o viceversa para ganar o mantenerse en el Sillón de Rivadavia, hay formas de manejarse en el ágora colectiva de algunas y algunos opositores que son preocupantes para la democracia. En el mundo entero aparecen con fuerza tribus de antivacunas, terraplanistas o negacionistas, ¿se nos avecina una revolución de los idiotas? Personajes como Trump o los neofalangistas de Vox están en retroceso si miramos la coyuntura del último semestre, pero pueden resurgir con mayor vigor a la primera de cambio.

En nuestro país estas formas hiperengrietadas y violentas (“halcones”) son tentadoras para un sector de la oposición, aunque un tanto lesivas para la vida democrática. Estará en el resto de los adversarios al Frente de Todos la oportunidad para superar estas prácticas.

En la otra orilla, el gobierno rechaza el camino del liberalismo extremo y la apertura económica exacerbada, evitando así sus daños y eludiendo algunos de sus beneficios, mientras trata de enderezar el timón de la tormenta heredada y de la pandemia que arrecia en casi todo el mandato hasta acá.

Sin embargo, la fórmula del distribucionismo de recursos por el distribucionismo mismo parece estar agotada. Nadie sería capaz de afirmar en su sano juicio que existe manera de repartir riqueza sin generar nueva, aunque algunas opiniones que se leen en personas allegadas al Frente de Todos parecerían ir en esa dirección. Las políticas keynesianas son imprescindibles en plena crisis, y permiten dirigir el gasto al crecimiento económico y la reparación de necesidades. No obstante, sin un plan económico verdadero y a largo plazo, la Argentina no podrá salir de sus eternas crisis cíclicas.

El Estado Nacional debe invertir dinero y promocionar sectores productivos, no hay duda. Allí están los astilleros, las fábricas de materiales militares, las obras estructurales esperando, la minería para hacer punta en la transición energética, la industria del software, etc. El permanente salto tecnológico que vive la humanidad tiene que ser aprovechado y puesto en valor. La inversión debe ir hacia la I+D, aunque tenga menos romanticismo que sostener industrias que reclamen ser eternamente protegidas.

El campo -que va desde el sojero al productor familiar- aún tiene mucho para aportar, y debe ser potenciado. Las industrias que generan miles de empleos no pueden ser desmanteladas, aunque la protección no deberá ser sólo de la competencia, sino un impulso para que puedan competir. El cuidado del medio ambiente debe superar la aparente tensión con el desarrollo económico, y el debate sobre la justicia social, justicia ambiental y el crecimiento económico es impostergable. Es necesario trabajar con la producción agroecológica y con las energías renovables como una veta de crecimiento y distinción nacional. La inversión en universidades e institutos de I+D son el camino argentino para alcanzar el desarrollo científico técnico.

El mundo cambia frenéticamente, del escenario unipolar o multipolar, del neoliberalismo hegemónico a una mayor estatalidad, los terraplanistas avanzan y retroceden, la pandemia causa estragos y la vacuna nos da esperanzas. Argentina, sigue dando vueltas sobre lo mismo, el mismo empate desde hace décadas. Tal vez las elecciones que vienen no sean las más importantes de la historia, y no lo son. Sin embargo, no dejan de ser la oportunidad perfecta para seguir pensando, y sobre todo construyendo, el país que necesitamos para el futuro.

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