Laura es platense y dio a conocer su historia en las redes sociales. Una historia de depresión que pudo haber terminado de la peor manera. Ella es enfermera y tiene dos hijos.
Hoy tiene 35 años y aquel episodio que marcó su vida tuvo lugar en el 2012. En diálogo con LAPLATA1.com, brindó detalles de su cuadro depresivo.
“En mi caso fue un proceso que duró 6 meses. Mi diagnóstico era trastorno depresivo mayor y estrés. El estrés es una enfermedad, no es lo mismo que el cansancio. Mi organismo funcionaba completamente al revés y todo eso venía desde la cabeza. Llegué a adelgazar 20 kilos en un mes”, recordó.
Y se mete en lo ocurrido en el 2012: “Soy una persona normal, alegre, muy empática y de sufrir bastante por el sufrimiento de los demás. En el 2012 yo trabajaba en una clínica, era súper alegre, siempre hacia chistes y bromeaba con mis compañeros antes de entrar. De repente, de la nada, comencé a llorar, pero no sabía por qué. Un compañero siempre me preguntaba si estaba bien. La realidad era que no sabía por qué lloraba. Estaba bien, tenía trabajo, tenía a mi hija, no me faltaba nada. Lo que menos pensé en ese momento fue en recurrir por ayuda. Asi lo sostuve por unos 3 meses, pero se fue agravando con el tiempo, hasta el punto de sentir que ya no solo era llorar sino que no tenía control de mi cuerpo”.
“Era como si mi cabeza siguiera ahí pero la tuviera desconectada de mi cuerpo. E incluso me costaba mantener el control de lo que hacía. Era como si una fracción de segundos antes tuviera una especie de presentimiento de lo que estaba por hacer, y sacaba fuerzas de donde no las tenía para evitarlo. Cosas graves como controlar mi impulso para evitar matar a alguien o suicidarme”, señala.
Pero hubo un hecho que marcó un antes y un después: “Un día, yendo a trabajar, a unas 2 cuadras de Plaza Italia, empecé a sentir una especie de paranoia o miedo. Iba a cruzar la calle sin mirar y sentí como si algo se me hubiese puesto delante y me hubiese impedido cruzar. En mi cabeza, en una fracción de segundo, como si hubiese tenido una visión, me vi a mí cruzando la calle y un micro me atropellaba y me mataba. Automáticamente me paralicé, empecé a sudar frio y a temblar como si estuviera electrocutándome. Cuando miré al costado y vi que venía el micro que yo había visto en una especie de visión, estallé en llanto donde estaba parada”. Un relato conmovedor.
“Lo único que pude hacer fue agarrar el teléfono y llamar al padre de mi hija para pedirle ayuda. Vino enseguida y yo lloraba mucho. Le pedía por favor que me internara, que me estaba volviendo loca. Me tranquilizó hasta que dejé de llorar y los consejos fueron los mismos, diciéndome que no estaba loca, que me quedara tranquila”, cuenta Laura.
Finalmente terminó acudiendo a un centro de estudios neurológicos. Le diagnosticaron trastorno depresivo mayor. Tuvo que tomar medicación y el tratamiento se completó en seis meses. Hoy puede mirar el pasado desde otro ángulo.
“Nunca más volví a pasar una experiencia similar ni tuve dependencia a ningún medicamento”, subraya Laura. En ese sentido, destaca la importancia de acudir a expertos y no “relajarse” con autodiagnósticos.
“Ni siquiera es garantía tener una persona al lado tuyo todo el día, porque en un segundo ocurre una desgracia”, completa.
