El proyecto de Código de Convivencia ya fue despachado de la Comisión de Seguridad, falta pasar por la de Legislación y llegar al recinto del Concejo Deliberante, probablemente en la próxima sesión ordinaria. La última reunión que faltaba para ultimar detalles fue con los comerciantes de calle 8, con quienes se discutió el problema de la venta ambulante.
Producto de la reunión, se decidió lo que ya estaba decidido, invitando a dialogar a aquellos quienes estaban de acuerdo de antemano. La sanción total recae a los vendedores ambulantes, sin que siquiera hayan sido invitados a expresarse en el marco del debate por el código, aunque sí hayan formado parte de mesas de trabajo en otras áreas con la Comuna.
De esta forma se dispuso multarlos a ellos con valores de hasta 700 mil pesos, en una suma ridícula para trabajadores informales. Quitando todo tipo de discrepancia ideológica e incluso moral, se trata directamente de una medida inútil.
No hay punto en querer recaudar de vendedores ambulantes, cuando su existencia misma se da por la falta de empleo formal. Es decir, están queriendo sancionar con dinero a alguien por intentar subsistir porque, justamente, no tiene ingresos. El vendedor multado seguramente va a cambiar de lugar y volver al otro día, porque mucha otra opción no le queda.
En ese sentido, la norma queda como un gran adorno y da la apariencia de cortar con el caos, pero no aborda ningún tipo de solución integral y termina quedando en un rejunte de golpes efectistas, imprácticos en la realidad.
Y el espíritu punitivista del código sale a flote cuando el sancionado es necesariamente una persona de bajos recursos, a quien se lo multa cuando se podrían aplicar sanciones constructivas, tales como talleres obligatorios, que sí están contemplados en otras infracciones.
De esta manera, se terminan priorizando las formas por sobre las soluciones reales. De nuevo, ya ni siquiera se trata de principios, simplemente de pragmatismo. Pero claro, el abordaje integral termina matando un poco el show, tan necesario hoy en día.
Otro de los temas tratados en la reunión última fue la problemática de los showrooms, que recibieron la sentencia de los comerciantes por la competencia desleal en términos de rendiciones tributarias. Un edil opositor no salió con mejor idea que querer hacer un proyecto para multar a estos pseudolocales.
La idea, al menos en un principio, ni siquiera cayó muy en gracia a sus propios compañeros de bancada; y es un ejemplo más de poner el castigo por sobre las soluciones.
Antes que sancionar una práctica que está cada día más instalada en nuestra sociedad, podría probarse con normativizar sus acciones y generar una competencia leal con los demás comerciantes, creando así empleo genuino. La guerra hace al ladrón y la paz lo ahorca, siempre.
