Luego de las elecciones se vivirán momentos determinantes para el futuro del país en términos económicos. El acuerdo con el FMI será inminente y las disputas políticas jugarán su papel a la hora de saber para dónde va a rumbear el Poder Ejecutivo.
A juzgar por los resultados de las PASO y por las encuestas de confianza y expectativas de los consumidores (como la que desarrolla la Universidad Di Tella), pareciera existir un consenso de que la situación económica no es bien percibida en el presente y tampoco genera entusiasmo a futuro.
Conviven dos mundos muy diferentes. Por un lado, el tandem inflación-dólar no pasa su mejor momento. La suba de precios no baja del 3% mensual y las expectativas de devaluación presionan al dólar paralelo y ensanchan la brecha.
En paralelo, sin embargo, la economía argentina crecerá este año cerca del 8% y también lo hará (según CEPAL y el FMI) el próximo año. Ya se volvió a los niveles de la pre-pandemia. Pero a pesar de este repunte económico nada despreciable, pareciera que el “efecto inflación” es más fuerte y domina el malestar en la sociedad. Dicho muy fácil: la inflación le gana al crecimiento económico.
Cuando hay baja credibilidad en quienes formulan las políticas económicas y las expectativas no son favorables, se recomiendan “anuncios de shock”. Anuncios que sorprendan (para bien) a los agentes económicos. Menem lo hizo con la ley de convertibilidad de 1991 y Macri lo hizo con la eliminación del cepo. Independientemente de la visión que cada uno pueda tener de esas medidas, no caben dudas de que las mismas contribuyeron a mejorar el “clima de negocios” e implicaron un quiebre respecto a la lógica del pasado. Al menos en el corto plazo.
¿Qué balas puede tener el Gobierno? Una de ellas es justamente la misma que tuvo Macri: salir o, al menos, flexibilizar fuertemente el cepo. En el coloquio de IDEA, Guzmán volvió a decir que los actuales controles son “transitorios” y “defensivos”, pero no explica cuándo se saldrá de este esquema. Así razona el Ministro de Economía: como actualmente hay superávit comercial (exportaciones superan a las importaciones), no hay razones para creer que las actuales cotizaciones del billete verde son “incorrectas”. Por eso niega que vaya a existir un salto devaluatorio luego de las elecciones. Dicho de otro modo: Guzmán cree que con un oficial a 104, un dólar solidario en 173 y un dólar blue a 191, la economía interna y externa está funcionando correctamente. ¿En qué se basa? En que la economía ahora crece al 8% y el saldo comercial es favorable.
El problema de todo esto parece evidente. No suena muy sustentable. Mucho de ese saldo comercial fue generado porque mejoraron los precios internacionales y ese crecimiento del 8% también obedece a un rebote de la recesión del 2020. Al mismo tiempo ya se empiezan a ver algunos problemas con las importaciones y las reservas del Banco Central no crecen al compás de esos precios internacionales que nos favorecen como pocas veces en los últimos años.
Emanuel Álvarez Agis, economista cercano al gobierno, también sugirió una salida del cepo. Entiende que podría ser un shock positivo para la economía. Pero claramente no se puede salir del cepo con un blue arriba de los 190 pesos. Él propone apreciar el billete paralelo para que la salida del cepo no oriente el precio a un nivel muy elevado. En criollo: que salir del cepo nos lleve a un precio más cercano de 104 que de 191. Para eso, explica Agis, habría que encontrar algún mecanismo para que los ahorristas no salgan desesperados a atesorar dólares ni bien se levantan las restricciones.
Por supuesto que salir del cepo no será fácil y tiene sus costos. El más claro de ellos es que existirá algún tipo de devaluación y traslado a precios, pero no hacer nada tampoco es una solución deseable. Es simplemente estirar la agonía.
