Augusto tiene 62 años y preside el Club Lavalle de La Plata. Pero fundamentalmente es un apasionado del billar. Un apasionado y algo más.
En diálogo con LAPLATA1.com, este platense cuenta su relación con el juego que reúne amigos todas las tardes en nuestra ciudad.
“Empecé con los compañeros de colegio, en la década del 70. Nos rateábamos de la escuela e íbamos a jugar. Se jugaba al billar con cuatro bolas. Es un juego que se llama “Las 20”.
Pero años más tarde explotó en nuestra ciudad su primo-hermano: el Pool. Augusto, naturalmente, se sumó a esa ola imparable.
“Me encantaba. Jugué años y años en modo recreativo. Hacíamos algún torneo entre nosotros, pero todo muy interno. Era un aficionado”, recuerda.
Luego llegaron varias décadas de “separación” entre Augusto y el billar. En el 2005 volvieron a reencontrarse: “Me acerqué al club de billares con un amigo y empezamos a explorar el mundo de jugar a tres bandas. Es difícil porque al principio no acertás una. Requiere de mucha técnica y estudio. Para mejorar el nivel hay que estudiar mucho. Hay múltiples teorías. Cuando empezás a aprender, es algo que nunca termina”.
“He conocido a jugadores que han jugado hasta sus últimos años de vida. Te hablo de personas que superaban los 90 años. Es una actividad para hacerla toda la vida. Jugar a tres bandas es difícil, no es lo mismo que el Pool que te la podés rebuscar un poco más”, explica.
“Lo importante es el crecimiento personal, cómo vas mejorando la técnica y la ejecución. Cuando te pega el bichito de ver rodar las bolas, te obsesionas porque es hasta algo artístico”, agrega.
Recientemente Augusto ganó un torneo en Mar del Plata. Pero permanentemente recalca la función social que tiene este juegos y el Club Lavalle. Hay un sentido de pertenencia muy claro. Todos se conocen.
Pero no todo fue fácil. Hubo dos golpazos: 2013 y 2020. “Sufrimos al inundación del 2 de abril. Yo estuve toda la noche en el primer piso del club. Éramos 18 socios. Nos agarró la lluvia. El agua cubrió totalmente las mesas. Fue una desgracia. Tuvimos que hacer una erogación muy importante. Con el esfuerzo de socios y amigos, se fue saliendo a flote”, recuerda hoy.
Y, por supuesto, también impactó la pandemia: “Tuvimos que cerrar por las normativas impuestas pero afortunadamente hemos recibido el ATP del Gobierno para pagar sueldos en el primer momento”. Hoy cuentan con cafetería, pero no tienen habilitado el buffet completo como en los viejos tiempos.
“Es un club que año tras año se engrandece con el cariño de todos los que lo integran y hacen de él un lugar único y prestigioso en la ciudad”, completa Augusto.