

Natalia es de La Plata y en breve volverá con sus clases masivas a la gorra en el bosque.

Ya son una tradición. Empezó hace 10 años a dar clases de yoga, y desde hace 6 lo hace al aire libre en el bosque.
Pero la historia de ella es muy particular. La cuenta en diálogo con LAPLATA1.com.
“Comencé de casualidad. Iba a un grupo de meditación y un día me invitaron para hacer una clase de yoga y me encantó”, recuerda.
“Me gusta leer y uno de mis autores favoritos es Hermann Hesse. Muchas de sus novelas tenían personajes espirituales. Tenía una filosofía estilo budista, y busqué ver de qué se trataba la meditación, entonces empecé con meditaciones guiadas”, dice.
Respecto al yoga, subraya: “Me gustó como conectás con tu cuerpo mientras hacés ejercicio. Tomé clases por mucho tiempo, y un día me decidí hacer el profesorado de yoga para saber un poco más, y cuando lo terminé empecé a dar clases los sábados, más por hobbie”.
Así fue que el yoga fue ganando “territorio” en su vida. Mientras tanto tenía su trabajo habitual de lunes a viernes. Lo tomaba como un pasatiempo.
Pero un día todo se vino abajo. La echaron de ese trabajo y Natalia quedó complicada. Y en otro giro de 180 grados, junto a su pareja, inició un viaje por toda Latinoamérica de mochilera.
Allí siguió dando clases de yoga. En Ecuador, por ejemplo, dio clases en plena playa. Impresionante.
La travesía duró tres años y cuando regresó a La Plata decidió incursionar en el bosque platense.
“El emprendimiento es 100% mío”, cuenta entre risas Natalia. Y es que ella da las clases, saca las fotos, publicita los encuentros por redes sociales. Nadie la ayuda.
Ya cumple 10 años de clases y en breve volverá al bosque. El año pasado se lo tomó “sabático”: un poco por la pandemia pero también porque aprovechó para avanzar y terminar la carrera de Licenciatura de Nutrición. Una joven muy completa.