En el 2017, la Municipalidad de La Plata creó el Bioparque para sustituir al histórico Zoológico.
Pero a cuatro años de esta decisión, todavía el predio continúa cerrado al público general a pesar de que en ese lugar también funciona el Parque Botánico, que nada tiene que ver con la exhibición de animales.
Es decir, se está privando a los platenses y bonaerenses en general de acceder a una importante reserva.
En el 2018 se produjo la muerte de la elefanta Pelusa. Generó una fuerte conmoción en toda la ciudad.
“Varias especies estuvieron sus últimos años en un estado terrible”, recuerda Maia Luna, autora de un proyecto para trabajar el Zoo en un Ecoparque.
En los meses siguientes a la muerte de Pelusa, el municipio, presionado por la opinión pública, aceleró la transformación. Inclusive el propio Julio Garro participó de algunos de los traslados de animales.
Pero en la medida en que el foco mediático se corrió de la situación del Bioparque, nuevamente la lentitud de la gestión de hizo presente.
En la iniciativa de Luna, estaba la idea de darle un perfil educativo al Bioparque.
Según el proyecto municipal, el artículo 2 contempla: “Contribuir con la educación ambiental, instando a la integración de la sociedad con la problemática animal y ambiental actual hacia un compromiso ético con la diversidad biológica. Lo cual implica el respeto por la existencia de los demás seres vivos y la obligación de preservar los recursos naturales para las generaciones futuras”.
Este sería el “perfil educativo” del proyecto. Pero pasaron cuatro años y todavía los platenses no pueden acceder ni siquiera al Parque Botánico. Aparentemente, ese lugar se reabriría solamente para estudiantes de Ciencias Naturales. Pero todo marcha lento.
“Hay un Parque Botánico, y en eso sí podía haber un circuito vinculando a la UNLP con la Facultad de Ciencias Naturales y cualquier otro espacio institucional o educativo para relacionar a las escuelas de nuestra ciudad y de otros lugares. Incentivar la idea de promover el cuidado del ambiente y del cuidado de especies autóctonas. Hubo mucha publicidad para dejar de maltratar animales. Pero no hay ningún proyecto educativo”, sostiene Luna.
Otro foco de conflicto en los últimos años fue la situación de los propios trabajadores. El municipio utilizó cooperativistas para desempeñar tareas que necesitaban de una capacitación que nunca existió. “Trabajaban sin guantes y en pésimas condiciones laborales”, apuntó Luna.
Lo concreto es que a seis años del comienzo de gestión de Garro, el mítico ex Zoo todavía luce cerrado.
