La semana pasada Federico Sturzenegger, Presidente del Banco Central durante los dos primeros años de Mauricio Macri, participó de una serie de encuentros donde se analizaban los planes económicos de los últimos gobiernos.
En líneas generales desarrolló una defensa de su programa de Metas de Inflación del 2016 y 2017, y sugirió que la crisis e inestabilidad posterior se desencadenó como consecuencia de aquella conferencia del 28 de diciembre del 2017 (el famoso 28D) donde un sector político de Cambiemos (liderado por Marcos Peña) suavizó la lucha contra la inflación incentivando a una baja de la tasa de interés.
Según Sturzenegger, eso habría gatillado que el mercado creyera que el compromiso del Gobierno de bajar la inflación no era tan fuerte, y por lo tanto tampoco se iban a hacer suficientes esfuerzos desde lo fiscal para anclar las expectativas.
Pero ese análisis quedará para otro momento. En otro pasaje, Sturzenegger insistió en una idea que pueda parecer anti-intuitiva: subir las tarifas no causa inflación.
Su explicación no es muy compleja desde lo teórico pero cuesta digerirla en la práctica: si la oferta monetaria está fijada en un determinado nivel, el aumento de un precio regulado (en este caso las tarifas) generará que en el siguiente periodo tengan que bajar otros precios de la economía para que el mercado monetario siga en equilibrio.
Algo de eso pudo haber ocurrido. En abril de 2016 hubo un fogonazo inflacionario por la suba de la luz, el gas y el transporte, pero en el segundo semestre de ese mismo año la inflación fue solo del 8%. Todos los meses por debajo del 2,5%.
En el 2017 también hubo importantes ajustes tarifarios pero la inflación siguió en baja: terminó en el 24%, el menor nivel de los últimos años.
En el 2019 y 2021 hubo congelamiento de tarifas y la inflación se aceleró: 53% fue la del último año de Macri, y la del corriente año no estará muy abajo de ese valor.
Estos simples datos parecerían convalidar la tesis de Sturzenegger: aumentar las tarifas implica un “fogonazo” inflacionario en el corto plazo, pero luego el mercado halla un equilibrio desinflando otros precios relativos de la economía.
Este debate es vital en la Argentina actual. Dentro del equipo de gobierno hay fuertes pujas por este tema. Guzmán ya dijo públicamente que sostener tarifas congeladas con aumentos de subsidios no es progresista. Pero naturalmente hay otros elementos del Frente de Todos que opinan lo contrario. La propia Cristina Kirchner en su libro Sinceramente habla del subsidio a las tarifas como un “salario indirecto” y defendió su política energética del 2011 al 2015 cuando las facturas de luz y gas tenían precios muy bajos en el área metropolitana.
Cuando Guzmán acuda al Congreso a explicar el Presupuesto 2022 seguramente aparezca este tema. El Ministro de Economía no podrá seguir eludiendo lo que ocurra el próximo año para dejar a todos contentos. Su mentor y actual asesor, Daniel Heymann, tiene un famoso paper donde concluye algo similar a lo de Sturzenegger pero visto del otro ángulo: subsidiar las tarifas implica menor inflación en el corto plazo pero engendra inflación futura por la emisión monetaria que requiere. Es una forma similar de ver el problema aunque no exactamente igual.
Pero la duda de qué hacer con las tarifas no es solo propiedad del Frente de Todos. En Juntos por el Cambio tampoco hay consenso sobre lo ocurrido en 2016 y 2017. Los radicales se opusieron al ajuste tarifario excesivo de Prat Gay y desde la Fundación Pensar (PRO) bancaron esa corrección. Llega el momento donde las grandes definiciones no pueden esperar.
