Lucía es una joven platense con un proyecto muy especial: “Merendibujo”. Se trata de un taller que brinda en su propia casa. Dibujar y merendar. Un buen plan.
Pero “Merendibujo” es la “saga final” de una idea que nació en la pandemia. En diálogo con LAPLATA1.com, Lucía cuenta su pasión por enseñar. ¿Hay que ser un genio para dibujar bien?
“A quienes damos materias de Artes Plásticas nos cuesta tomar horas en las escuelas. Y con la pandemia se complicó mucho eso. Me rompí la cabeza sobre lo que podía hacer. Y ya que todo era virtual, pensé en hacer algo de ese estilo”, recuerda.
Así comenzaron sus talleres virtuales. Pero no era sencillo: entre risas, Lucía reconoce que ni siquiera sabía lo que es un flyer. Es de la vieja escuela. Pero el proyecto caminó bastante bien.
“La experiencia fue muy buena. Desde que nací dibujaba. Yo era bebé, agarraba ladrillos, rayaba el piso, y con ese polvo pintaba las palabras. Como si fueran pinturas rupestres”, recuerda con carcajadas.
Y reconoce: “En el colegio fui muy mala. Me costó la Secundaria porque no tengo tanta memoria. No me gusta repetir como loro, sino entender las cosas. Cuando me metí en la Universidad, también me costó mucho. La demanda de las materias era diferente”. Pero a pesar de estas facultades, Lucía terminó el profesorado y también se metió en Letras. Le gusta mucho leer.
“Hay gente que cree que un profesor debe dibujar como los dioses, pero no necesariamente. Podés ser un gran dibujante pero no transmitir bien ese conocimiento. Me parece egoísta quedarme con ese saber para mí. A mis hermanos, cuando éramos chicos, las obligaba a dibujar. Ahora mi pasión está en enseñar. Me gusta transmitir a los chicos toda la trayectoria que tuve”, agrega.
Sus talleres no son solo técnicos, sino que hay mucho trabajo psicológico: “Trabajo mucho por el lado de la frustración. Muchos creen que hacen algo feo o malo. Es un trabajo psicológico. Siempre está presente el miedo. Cuando somos chicos a todos nos gusta dibujar, pero con el cambio hormonal hay un quiebre. Si te dicen que dibujas feo, te metés para adentro”.
“Me gusta mucho trabajar con la identidad de la persona. No me centro en la técnica. Busco que disfruten de lo que hacen. Está el miedo a la hoja en blanco. También solemos ponerles música. Y me gusta trabajar con los tiempos: hacer un dibujo en una hora, después hacer el mismo en 10 minutos, y luego en 5. La idea es agilizar. Después de que largás la mano y la muñeca, podés soltar el ingenio y la motricidad”, completa Lucía.
