“La universidad argentina: hacia el desarrollo económico y el progreso social”. El título de la declaración que firmaron el Gobierno y los rectores de todas las universidades nacionales plantea cambios profundos en las propuestas académicas de cara a los próximos años: carreras más flexibles y cortas, títulos intermedios, modalidades híbridas, sistema de créditos, entre otros ajustes.
En un plenario del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), en el que participaron autoridades del Ministerio de Educación, se acordó avanzar en cambios para la pospandemia, para generar un sistema más “dinámico”, que garantice no solo el acceso sino la retención y graduación de los estudiantes.
“Es el resultado de una discusión que viene de hace años, que en algún momento se cataliza en un consenso. Algunos temas vienen de la coyuntura, como lo son los modelos de enseñanza virtual durante la pandemia, pero otros vienen de décadas. Se trata de reconfigurar el sistema universitario argentino para el siglo XXI, para que ayude a la movilidad social y motorice la economía”, le dijo Jaime Perczyk, ministro de Educación nacional, a Infobae.
El primer punto de la declaración recoge parte de la experiencia a distancia. Replantea las modalidades de enseñanza, con la posibilidad de ofrecer opciones híbridas o incluso virtuales. Para ello, remarcan la necesidad de fortalecer las plataformas educativas y perfeccionar la capacitación docente en la modalidad remota.
Durante la reunión hubo también un sinceramiento. Hay una brecha enorme entre lo que el plan de estudios dice que dura una carrera y lo que en verdad dura. Los datos así lo reflejan: solo el 29,6% de los estudiantes egresan en el tiempo teórico. Peor aún, muchos -el 60%- abandona en el primer año de cursada.
Según los cálculos, hay planes de estudios que, entre el tiempo de clases y los trabajos en casa, demandan alrededor de 60 horas semanales, un claro exceso que conspira contra la posibilidad de completar un año académico. En ese contexto, surge la discusión de que los planes no se estructuren solamente por materias, sino por créditos y que las carreras se vuelvan más cortas.
De la mano de los créditos, también la declaración incentiva a dar títulos intermedios, que los estudiantes no tengan que esperar 4 o 5 años para recibir un diploma. Hoy tan solo el 10% de las carreras de grado otorgan esos certificados de medio término.
“Si rendís todas las materias, el título dice que sos licenciado. Ahora, si te falta una sola materia, no sos nada. Tenemos que avanzar hacia certificaciones intermedias, que reconozcan competencias incluso que se hayan logrado en el mercado laboral o formación profesional. Una propuesta es generar bachilleratos universitarios, que acrediten el primer trayecto. Para algunos eso alentaría que en ese momento dejen la carrera. Yo creo todo lo contrario: va a incentivarlos a continuar y terminar”, planteó Perczyk.
A diferencia de lo que sucede en Estados Unidos y Europa, donde las carreras de grado suelen ser de 3 años y luego viene la especialización a través de una maestría, en Argentina la tradición marca propuestas académicas de larga duración, de entre 4 y 6 años. La declaración invita a retomar ese debate y “adecuar las duraciones de las carreras”, aunque advierten que se necesita un análisis profundo de cada caso puntual para determinar “el volumen de actividad requerida para cumplir con las obligaciones académicas”.
“La realidad que tenemos es que muchos estudiantes se nos van. Una opción es revisar la duración de las carreras sin por eso resignar la calidad. Es una de las discusiones que deberá darse en el seno de cada universidad, pero hay una intención de avanzar en la revisión”, confirmó Perczyk.
Según afirmaron las fuentes oficiales, los cambios propuestos en la declaración comenzarán a reflejarse a partir de 2022. Cada universidad dispone de autonomía y, por ende, no habrá avances acompasados sino que los pasos serán dispares.