El 2 de mayo del 2019, cuando todavía Alberto Fernández no había sorprendido con su claro triunfo en las PASO, el economista Fernando Morra escribió en su cuenta de Twitter: “A riesgo de que me acusen de pesimista: el desafío de los próximos años no es bajar la inflación sino estabilizarla. Bajar la inflación es fácil, el problema es mantenerlo en el tiempo”.
En ese momento, desde luego, el economista no era funcionario ni estaba cerca de serlo. Es más: todavía ni se sabía que Alberto Fernández iba a ser candidato a Presidente.
A riesgo de que me acusen de pesimista: el desafío de los próximos años no es bajar la inflación sino estabilizarla. Bajar la inflación es fácil, el problema es mantenerlo en el tiempo.
— Fernando Morra (@fmmorra) May 2, 2019
Hoy Fernando Morra es el número 2 de Martín Guzmán en Economía. Se especializó en el estudio de “inflaciones moderadas” y tiene una visión bastante pragmática: en su tesis valora los procesos de desinflación de Chile y Colombia en la década del 90, cita a muchos autores liberales como Friedman, Sargent, Phelps o Lucas, pero también pondera algunas herramientas heterodoxas. Por ejemplo, los controles en la cuenta capital (posiblemente controles no tan fuertes como el actual cepo).
A nivel político fue una persona resbaladiza: crítico de la gestión de Axel Kicillof pero también, nobleza obliga, de los sucesivas gestiones económicas durante el macrismo. Fundamentalmente a partir de la crisis cambiaria del 2018. Hoy ocupa un lugar de privilegio en el gabinete económico. Es un hombre de máxima confianza de Martín Guzmán.
La inflación en el 2021 fue del 50% y hay muchas dudas respecto a lo que pasará en el futuro. En el presupuesto figura que la inflación del 2022 será del 33%, pero no son pocos los simpatizantes del Gobierno que firmarían una inflación situada entre el 40 y el 50%. Los más pesimistas auguran un nuevo escalón superior al 60%. En otras palabras: en el 2022 podemos estar mejor, igual o peor que en el 2021 en materia inflacionaria. Esa incertidumbre es muy perjudicial para la toma de decisiones de los agentes económicos.
Así lo escribía el propio Morra en el 2014 en su tesis: “El hecho de que la inflación sea elevada y volátil afecta considerablemente las decisiones de los agentes, ya que un error sobre las expectativas de evolución de las variables nominales es capaz de generar pérdidas reales de considerable magnitud. La imposibilidad de establecer planes a mediano plazo disminuye los incentivos para invertir en actividades de maduración lenta a favor de posiciones de corto plazo”.
Eso lo escribió en el 2014. En términos generales. Pero ya en el 2019, siguiendo su tuit, se conformaba con estabilizar la inflación en Argentina. Más allá de lo que figura en el presupuesto, ¿firmaría el Frente de Todos una inflación del orden 45% para 2022 y 2023? Es lo que algunos economistas cercanos a Juntos por el Cambio llaman “mediocridad administrada”. En otras palabras: una inflación alta, pero estable, donde no se espiraliza ni “explota”.
No es un escenario para descartar ni un negocio tan malo para el Gobierno viendo los desafíos actuales de la economía.
