La inflación de 6,7% de marzo obliga a pensar en el viejo refrán: a grandes problemas, grandes soluciones.
Pero el discurso de Guzmán va por otro camino. Espera que cedan los precios altos internacionales y conseguir apoyo político para cumplir con las metas del FMI. Si ambas cosas ocurren, cree Guzmán, mejorarán las expectativas y la inflación cederá. Aunque gradualmente.
Lo que muchos economistas temen es que se haya consolidado un nuevo piso inflacionario. En otras palabras: que la inflación ya no se mueva en un ritmo del 40-50% anual cómo ocurrió en promedio entre 2014-2021, sino que lo haga por encima del 60. Una inflación de ese nivel ya es jugar con fuego.
Desde los sectores económicos más herodoxos o de izquierda del Frente de Todos le exigen medidas más contundentes. Fernanda Vallejos, por ejemplo, propuso no subir los “precios políticos”. Se refiere a los precios regulados. Lease tarifas. Guzmán, como ya se sabe, piensa otra cosa. No está dispuesto a convalidar más congelamiento.
De hecho, las subas tarifarias que tenía en la cabeza Guzmán (totalizarán alrededor de un 50% anual en luz y gas para quienes no tienen tarifa social) seguramente se quedarán cortas para sus objetivos fiscales. El aumento en el precio de la energía a nivel mundial trastoca todos los planes. Queda acorralado.
También le piden medidas más duras contra los “formadores de precios” y que aplique retenciones a diversos sectores agroexportadores, otras medidas que el economista platense quiere evitar a toda costa.
Del lado de Juntos por el Cambio ven este escenario con preocupación. Si bien la suba de la inflación “favorece” a la oposición por el costo político que le trae al Gobierno, lo cierto es que los planes para el 2023 tendrán que ser más “jugados” de lo previsto. A mayor inflación, mayor eco tendrán los sectores que propongan soluciones de shock.
El discurso del gradualismo del 2016-2017 no caminará. No es casual que surjan proyectos como el de la dolarización. Macri y Patricia Bullrich ya lo dijeron: si vuelven al Gobierno no habrá gradualismo fiscal. El presupuesto lo presentarán el primer año con equilibrio. Qué gastos tacharán es todavía una buena duda.
Lo que está claro es que a ambos costados de la grieta ya creen que medidas “tibias” no sirven. No mueven la aguja a pesar de que puedan ir en la dirección correcta. ¿Un Estado más fuerte y dirigista o un ajuste fiscal de shock? Esas dos pusturas parece que se dirimirán en el 2023 si el gradualismo de Guzmán no llega a buen puerto.
