Etelvina es de La Plata y ahora está muy feliz. Pero la padeció. Había quedado híper endeudada y sin trabajo. Podría decirse que los churros la salvaron.
“Todo arrancó desde la desesperación de no tener empleo. Tuve que cerrar la verdulería porque al no tener movilidad fracasó. El tema es que me había endeudado y ese era mi único ingreso”, recuerda en diálogo con LAPLATA1.com.
Había abierto la verdulería en septiembre del 2021. Y ya en enero debía bajar la persiana. Fue un verano muy movido. Pero algo le cayó del cielo: recibió un subsidio por parte del Gobierno y lo utilizó para dos fines: construir un local (inconcluso) delante de su casa y de a poquito adquirir maquinaria gastronómica.
El 17 de febrero fue el día clave: se fue a la rotonda de 13 y 90 a vender verdaderas tentaciones: churros, bolas de fraile, tortas fritas. Difícil resistirse. “Siempre supe que ese lugar era un buen punto de venta. Amasé dos kilitos y me puse a vender. La realidad es que se vendió todo. Y al día siguiente se vendió todo de nuevo”, cuenta.
Y puso a toda la familia a trabajar. Nadie tenía un empleo. Su sobrino hace los repartos y su hermana la ayuda en el amasado. Una de sus hijas, por su parte, ayuda en la venta.
“Esto es lo nuestro. Ojalá se pudiera extender y darles más trabajo a otras personas desocupadas. Sobre todo a muchas madres solteras. Siempre soñé con tener un emprendimiento y hoy puedo ayudar. Mi idea es esparcirme”, dice Etelvina.
Hoy, para cocinar, usa una pieza de la casa de su hermana, que está a pocos metros de 13 y 90. Y es que todavía no pudo concluir su local. La idea es terminar eso e instalarse allí.
“La verdad fue una ayuda que me cayó del cielo. Fue una gran mano que nunca había tenido en mis 42 años”, concluye.
