En 1986 los vecinos de La Plata veían por primera vez un cajero automático. Estaba ubicado en 51 entre 7 y 8.
A partir de la década del 90 este mecanismo se profundizó, pero en los ochenta fue todo un suceso.
Los cajeros pertenecían al desaparecido Banco Alas, cuyas publicidades aún perduran en la mente de las personas que ya peinan canas.
Una de las publicidades más recordadas era la de una abuela que hacía sus pagos justamente en un cajero, con leche y gato incluidos.
Pero también esta institución fue recordada por una extensa investigación contra sus directivos.
El fraude habría incluido créditos a personas inexistentes y el uso de fondos del Banco Central para financiar exportaciones poco claras.
La quiebra del banco motorizó una serie de reclamos laborales con múltiples protestas de los trabajadores que buscaban evitar su cierre definitivo, algo que finalmente sucedió.
