En el año 2000 La Plata se preparó para un gran sueño: ser declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad. Un canadiense visitó nuestra ciudad y tenía la última palabra: Dinu Bumbaru, arquitecto de la UNESCO.
Pero las cosas no salieron como se pensaba: el canadiense elogió a La Plata pero el informe final no fue favorable. Se caía un sueño que se había procesado durante varios años.
“Las ciudades deben demostrar poseer valor cultural único, autenticidad y compromiso para garantizar, en el futuro, su conservación. Debe ser una ciudad representativa de las tradiciones, ideas o creencias de una época. La Plata no se puede comparar con Roma o Florencia. Es una ciudad concebida en el siglo XIX que tiene su propio mensaje", dijo en aquella visita. Trató de no dar muchas pistas. Pero, evidentemente, algo no le convenció.
Un trabajo de Laura de Leão Dornelles en su Doctorado de la UNLP repasa los detalles de aquellos días caldeados en La Plata. ¿Hubo mentiras en el informe para “conmover” al canadiense y que apruebe nuestra candidatura? En términos populares: ¿“vendimos humo” sobre los rasgos positivos de la ciudad?
La propuesta para la postulación de La Plata como Patrimonio Cultural de la Humanidad empezó a ser levantada por la Fundación CEPA específicamente en el año 1995. Pero según el arquitecto Rubén Pesci, figura central de la Fundación CEPA, el tema existía desde 1983, cuando la entidad había hecho un trabajo en conjunto con la UNESCO sobre el área pampeana argentina, donde se citaba a La Plata.
Dornelles hace un análisis pormenorizado del texto que presentó La Plata para su candidatura y sus trampitas. ¿En qué se basaban las “virtudes” de La Plata para ser Patrimonio de la Humanidad? Se expone que La Plata posee los tres valores esenciales para justificar su postulación: valor histórico-político, valor socio-cultural y valor técnico-estético.
Pero a lo largo del informe hay muchas ambigüedades. Por ejemplo, no queda claro si se toma a La Plata en forma íntegra o solo a su casco fundacional. El informe es bastante confuso.
“Se tiene la convicción de que el casco posee verdaderos atributos de excepcionalidad positiva (aquellos que le conferirían ‘valor universal excepcional’, como solicita la Convención): ser un modelo de convivencia urbana de altísimo valor, en muy buen estado de conservación, que representa la culminación de 2000 años de historia urbanística occidental, que se erige en referente indiscutible de las más modernas concepciones urbanísticas y ambientalistas de la época”, reza el informe platense. Como se dijo, se confunde el casco fundacional con una concepción más abarcativa de la ciudad.
En la parte siguiente, el texto transcurre sobre la autenticidad e integridad de La Plata. Lo que es dado como cierto es que el plan de la ciudad no fue calcada en ninguna otra construida. Sin embargo, presenta el planeamiento de Washington y el de reforma y ensanche de Barcelona, ambos anteriores y de clara semejanza al diseño platense. Otra mentirita.
Un elemento muy negativo que jugó en contra de La Plata es que todavía no existía un código de ordenamiento urbano, que recién se dictaría en el 2001. Esa carencia dejaba la duda sobre la verdadera conciencia que había en la ciudad sobre el diseño arquitectónico y su conservación.
Tampoco queda claro si el Casco Urbano fue o no afectado en sus aspectos estructurales. También allí hay contradicciones.
En enero del 2000 el canadiense visitó nuestra ciudad. La recorrió en helicóptero y se entrevistó con diferentes referentes y autoridades. Siempre llevaba consigo la cámara fotográfica. Evidentemente algo no le cerró. ¿Habrán sido las mentiritas del informe?