Martín Guzmán pasó una semana movida. La fuerte caída de los precios de los bonos en pesos hace tambalear todo un aparato montado para conformar al FMI y al interior de su espacio simultáneamente.
¿Cómo es eso? El FMI le pide que financie el déficit fiscal con más deuda en pesos y menos emisión monetaria. Y dentro de su espacio político le piden que no baje el gasto público, es decir, el déficit fiscal. Por lo tanto, Guzmán está obligado a financiarse en el mercado de deuda en pesos. El tamaño de ese endeudamiento en pesos puede desatar algunas dudas. El grueso del mismo está atado a la inflación, y con una inflación creciente, ¿cómo hará el Gobierno para devolver (llegado el caso) esa bola inflada de pesos?
La razón de la caída de los precios de los bonos es discutible. El hecho es que mucho tenedores de estos bonos decidieron venderlos en el mercado secundario. Decidieron tranformar sus documentos en pesos. Eso deprimió el valor de los bonos y pone en riesgo la capacidad de Guzmán para seguir tomando deuda en el mercado local.
Lo sano sería bajar más rápido el déficit. Si eso ocurriera, la perspectiva de financiamiento a futuro también caería y podrían alinearse favorablemente las expectativas. Pero con una inflación alta y un nivel de gasto también muy elevado, es evidente que el Gobierno seguirá necesitando licitar más instrumentos de deuda para financiarse. Por supuesto siempre existe la opción de financiarse con la emisión de pesos lisa y llana del Banco Central, pero eso generaría un incumplimiento del acuerdo con el FMI. Y además el propio Guzmán sabe que más emisión (en este contexto de alta inflación) podría encender aún más el fuego.
¿Qué llave tiene Guzmán entonces para salir de este nuevo entuerto? Una alternativa económica-política sería que el Ministro de Economía se inmole. Una estrategia arriesgada. ¿En qué consiste? Dejarle a Guzmán el segundo semestre del año para hacer un trabajo sucio en lo fiscal. Un regreso del Guzmán prudente que tanto irritaba a Fernanda Vallejos en el cierre del 2020 y comienzos del 2021. Es evidente que esa faceta austera de Guzmán ha quedado atrás. En los últimos meses, el nivel del gasto público crece al 90% interanual, muy por encima de la inflación. El único item que el Ministro de Economía pretende "ajustar" es el de las tarifas (subsidios a la energía) pero, dados los altos precios internacionales, ese aumento tarifario es inocuo para bajar el déficit.
¿Por qué hacer el trabajo sucio ahora, en el segundo semestre? El 2023 será un año electoral, con escaso margen para dar malas noticias. Si algunas medidas de corrección de las cuentas públicas no se hace ahora, ¿cuándo se harán? Esas correcciones, además, podrían ayudar a descompromir las expectativas de inflación. ¿Estará dispuesto el Frente de Todos a moderar el crecimiento económico en pos de converger más rápido al equilibrio de las variables macroeconómicas?
Dado el desgaste de su gestión, Guzmán podría ser un buen candidato para llevar a cabo una tarea de "sintonía fina": bajar el gasto, reducir expectativas de inflación, requerir de menos financiamiento. Una vez cumplido ese "trabajo sucio" podría marcharse de la gestión y dejarle el camino fiscal más allanado a su sucecedor. En economía, siempre es mejor corregir por las buenas que corregir por las malas.
