Carlos Melconian parece tomarse revancha de lo que ocurrió en el 2015. No una revancha personal con Macri, sino con la opinión pública en general.
Melconian, hasta bien entrado el 2015, era una de las espadas económicas más importantes del PRO. Sonaba muy fuerte para ser el Ministro de Economía en caso de vencer Cambiemos.
Pero “pasaron cosas”. Avanzaba la campaña electoral y Cambiemos necesitaba recoger el voto progresista de Stolbizer y la “tercera vía” de Massa. Macri trató de despojarse de todo ribete liberal y discursivamente se acercó al centro. No quería hablar de malas noticias, de ajustes tarifarios, de “trabajo sucio”. Era aún el momento de los globos.
En ese panorama, la figura de Melconian empezó a ser molesta. El economista había sido un niño mimado de Menem y no tenía pelos en la lengua a la hora de explicar el rápido ajuste fiscal que debía llevar a cabo el próximo Gobierno desde 2016. Al igual que Federico Sturzenegger, Melconian fue “guardado” y en el tramo final de la campaña casi no apareció en los medios de comunicación. Se quedó sin Ministerio de Economía y le dieron como premio consuelo el Banco Nación. Un gradualista no liberal como Prat Gay le “robó” el sillón. Para colmo, su estadía en el Nación tampoco duró demasiado. Macri lo desplazó y, en su reciente libro “Segundo Tiempo”, lo “acusó” de ser poco orgánico. Una amistad tensa.
Melconian podría decir que el tiempo le dio la razón. El ajuste fiscal que pedía para el 2016 no ocurrió y recién en el 2018, acorralado por la corrida cambiaria, el Gobierno aceleraría un desordenado y recesivo plan de baja del gasto público. Para ese entonces, Melconian ya había manifestado sus serias diferencias con el rumbo tomado por Cambiemos.
De cara al 2023 Melconian no se esconde. Le presentó el plan económico de la Fundación Mediterránea a sindicalistas, empresarios, políticos. La última reunión fue la que más llamó la atención: con Cristina Kirchner. Aseguran que se extendió por tres horas.
Aunque parezca extraño, Melconian y Cristina tienen puntos en común. Sobre todo algunas preocupaciones compartidas. Ambos llaman a luchar contra la economía bimonetaria. En otras palabras, la creciente influencia del dólar en operaciones y ahorro personal. Lo mismo ocurre con los niveles de endeudamiento. Melconian fue muy crítico de la estrategia de Prat Gay de financiar el fisco con deuda. Por supuesto las “soluciones” que plantea Melconian a estos problemas son muy distintas a las que puede concebir Cristina.
El punto más divergente es en el rol del estado. Cristina, en sus últimas intervenciones, ponderó los beneficios de un estado presente en este contexto mundial y pandémico. Melconian, contrariamente, entiende que el estado le está pisando la cabeza al sector privado y que el gasto público debe bajar severamente. Pero ojo: el economista reconoce, por ejemplo, que las retenciones a la soja deben reducirse muy gradualmente. A diez años. No las eliminaría de un saque. Todos tienen que hacer el esfuerzo.
¿Habrá tomado nota Cristina de las recetas liberales de Melconian o en todo caso le servirá como insumo para saber que pueden estar pensando del otro lado de la orilla política?
