Paula es de Ensenada y una verdadera “madrina” para todos los bebés que nacen en la Región.
Comenzó con su emprendimiento hace 6 años pero en la pandemia pasó una prueba de fuego: su “tallercito” llevó todo el pan a su casa.
“Trabajo con cosas para bebés y mamás para que organicen la llegada del bebé y poder compartir con cada mamá, tía, madrina esa experiencia hermosa”, dice en diálogo con LAPLATA1.com.
Arrancó hace 6 años cuando nació su hijo Mateo. “Tenía 39 años, le armé unas cajas, una pañalera, un perfumero, y ahí empezaron todos mis familiares a decirme que estaba muy lindo, y por qué no empezaba a vender”, recuerda.
“Ahí comenzó todo, a pulmón, buscando precios, proveedores, viajar para estar en todos los detalles y perfeccionarme”, agrega.
Pero en pandemia, este proyecto, mitad hobbie y mitad laburo, tomó otro vuelo. Otra responsabilidad.
“En pandemia mi marido se queda sin trabajo y ésto me ayudó mucho porque hemos vivido de lo que yo hacía. Con los IFE que cobramos del Gobierno yo lo utilice para comprarme material y armar cintas, acrílicos, madera. Este emprendimiento me ayudó en lo mental y en lo económico. No te digo que me hago millonaria, pero la peleo día a día. Pude estar distraída y hacer algo lindo en medio de la cuarentena”, comenta.
Pero ese comienzo de la pandemia fue complejo. Paula señala que “no sabíamos qué hacer porque en la primera parte a mi marido le dijeron que no le iban a pagar las quincenas y lo obligaron a renunciar. Le dieron una indemnización muy pequeña. Entonces de ahí dijimos: ¿qué hacemos? Yo había dejado de pintar un poco. Y ahí tuvo que retomar de nuevo. Empecé de nuevo a publicar en todos los grupos de venta y las cinco cosas que me quedaban las vendí al toque”.
Y agrega: “Hubo etapas donde no había trabajo, pero en la pandemia en verdad no me puedo quejar. Cada vez que nos encerraban más, nos iban mejor a nosotros”. Paula también vivió varios años en Berazategui. Allí trabajó en una feria de artesanos vendiendo pulseritas y sahumerios. Conoció el oficio de ser vendedora y emprendedora.
Paula insiste en la importancia del sacrificio. Llegó a trabajar 17 horas diarias para cumplir con todos y llevar el pan a la casa.
“Me levantaba a las 6 y terminaba a las 23 horas para cumplir con todos. Gracias a Dios no nos enfermamos pero siempre trabajamos”, cuenta.
“Descubrí algo que no sabía que estaba en mí. Gracias a Dios la gente me ha felicitado, y compartir esa llegada de un bebé es muy lindo. Era una faceta que no conocía la de la pintura. Yo creo que hay que apostar por nuestro país, a nuestras raíces. Los emprendedores son los que van a sacar el país adelante. Siempre le dijo a mis hijos: el que sabe hacer algo nunca se va a morir de hambre”, completa Paula.