Vanesa tiene 38 años, es de La Plata y vivió un momento muy particular hace no mucho tiempo. Fue en su trabajo. La echaron. Pero logró recomponerse y lo cuenta a LAPLATA1.com.
“Trabajé 3 años en una cocina hasta que tuve un accidente laboral y chau trabajo. A las dos semanas de que me rajaron y estar en tratamiento, me enteré que estaba embarazada de Hele, así que ahí estaba sin laburo y embarazada. Todo un lío”, recuerda, con alguna risa nerviosa.
¿Pero qué fue lo que le pasó? “Se me fueron todos los dedos para atrás con una bandeja. Hice lo imposible para que no se caiga y me rompí un tendón. El tema es que me tengo que operar y el tipo se creía que yo no quería trabajar y que por eso iba con los dedos entablillados”.
“Se le cruzaron los cables, me dijo de todo”, cuenta. “Vamos a hacer una cosa: andá a tu casa, tomate los días que te dio tu supuesto médico y cuando se cumplan los días volvé”, le dijo su jefe. “Volví con los dedos entablillados a la semana porque obviamente todavía tengo mal la mano y el señor empezó a los gritos diciéndome que él no mantenía vagos”, cuenta Vanesa. Seguía sin creerle.
Vanesa tuvo que rehacer su vida. Encima ahora embarazada. Se fue a vivir a lo de su mamá con la pequeña recién llegada y allí empezó a carburarle una idea, muy influenciada por el resto de la familia.
“Me empezó a dar vueltas en la cabeza la idea de hacer algo relacionado con la cocina. Todos me decían que le dé para adelante. Mis hermanas me armaron las páginas y ahí arranqué con escabeches y mermeladas, y creo que pizzas para hornear. Fue unos meses antes de que arranque la pandemia, siempre remando en dulce de leche”, dice.
Pero finalmente fue su tía la que la llevó a los sorrentinos. Le dio mucha harina y un molde. Vanesa no tenía escapatoria. Luego llegó el turno de los bombones. Vanesa se fue perfeccionando.
“La mayoría de las noches después de dormir a Hele es el momento en el que empiezo a buscar, leer que otras cosas podría hacer, a estudiar nuevos métodos. Recién después de 2 años puedo decir que ahora sí llegó el momento y estoy viendo el resultado de tanto esfuerzo. Obviamente no es nada fácil hacerse conocido, ser madre y laburar al mismo tiempo, tener mal el brazo, hacer compras, atender mensajes y estar siempre pensando qué más hacer”, agrega.
Y reflexiona: “Creo que recién ahora estoy perdiendo el miedo en dejar de pensar si saldrá bien, si les gustará, porque veo que mis clientes de siempre me apoyan en todo lo que decido vender y los que se van sumando también”.
“El camino es duro y tengo muchas personas para agradecer, sobre todo a la gran Helenita, mi compañera de aventuras y la principal culpable de todo esto, que me aguantan todo el día cuando las cosas se me complican y llega el mal humor”, completa esta gran emprendedora.
