Lucas mantiene una “doble vida”: Contador Público pero sobre todo un gran especialista en el arte de los panes y la confitería.
La historia comienza con sus padres y su abuelo materno que tenía una pizzería a tres cuadras del Congreso. Cuando vinieron para La Plata, decidieron seguir un curso similar: arrancaron en una panadería de 44 entre 27 y 28, y luego sus padres se instalaron en un local de 7 y 69.
En 1977 marcharon hacia Lanús y en 1982 regresaron para estas latitudes. Pero esta vez no a La Plata, sino a Ensenada donde construyeron una verdadera dinastía.
“Mi papá era mecánico, y mi mamá trabajaba en la Biblioteca Nacional. Era Secretaria de Borges y trabajó allí alrededor de 6 años”, cuenta Lucas en diálogo con LAPLATA1.com.
“Yo nací en la panadería, desde chico, yendo con mi papá al lugar donde se elaboraba. Es una actividad muy dura, de muchas horas”, agrega. Fue así que decidió un Plan B: estudiar Contabilidad: arrancó en 1999, dejó y luego retomó. Se recibió en el 2011.
Pero su vida y su pasión estaban junto al pan. Algo evidentemente hereditario. En el 2007 su papá empezó a tener algunos problemas de salud y él debió tomar la batuta de todo. Su especialidad, dicen, es el pan dulce. Algo importante: los hace todo el año, no solamente para las Fiestas.
Hoy su mamá sigue ligada al Arte. No ya en la Biblioteca, sino en el mundo de la pintura: abrió una galería de arte donde exhibe sus cuadros.
Por lo pronto, Lucas pisa fuerte en Ensenada siguiendo el legado de toda su familia desde que aterrizaron a La Plata hace más de 50 años.
