Karina es de Pontevedra, mamá de Belén y realizó un emotivo posteo en Facebook sobre la “resurrección” de su pequeña. La llama “la nena del milagro”. El milagro fue en La Plata.
"Me mostró el poder del amor, se aferró a la vida y la peleó con tantas fuerzas. Un 7 de mayo mi vida cambió totalmente: nace mi primer hija. La alegría y el susto eran inmensos. Pesó 2.650 gramos en el Hospital Paroissien de La Matanza. Hasta ese entonces era todo perfecto pero empecé a notar que ella estaba morada. Llamo a una enfermera, la ve y me dice que solo era por el frio y la baja temperatura estaba, así que la tapé y la acurruqué acostándola conmigo. Eso no se permitía pero no podía dejarla en su cunita con el frío que hacia”, arrancó su relato.
“Durmió toda la noche calentita pero lo morada no se le iba; al otro día empezaron los controles de rutina. Vinieron médicos a atenderme a mi flaquita. Eran como cinco. Por las caras de ellos sabía que algo andaba mal. Se la llevan a terapia intensiva explicándome todo lo que tenía. Yo, entre llantos y dolor, pensaba por qué pasaba todo esto”, agregó.
Fueron momentos muy difíciles para Karina: “La voy a ver toda entubada, no podía ni tocarla”. Allí fue que la trasladaron al Hospital de Niños de La Plata.
“Llegamos y nos reciben los médicos, los residentes, enfermeras, todos estaban ahí para salvar a mi flaquita; la llevan a terapia intensiva y la acompaño en la camilla. Voy dolorida, desesperada pero no suelto su mano”, recordó.
“Hasta acá mamá”, le dijo un médico. Cuando se estabilizó, recién pudo volver a verla.
“Se me cayó el mundo, les juro. Me dolía el alma. Estaba ahí, indefensa, conectada a un respirador artificial, con drogas para su corazón, en coma inducido y con catéter en su cuerpito. Mi familia y yo también estábamos ahí, dejando el alma de tanto dolor, no lo podíamos creer. Comenzó también la odisea de saber qué es lo que tiene. Estudios por doquier, y más estudios. Sufrió 6 paros cardiacos. No podía aguantar más yo”, siguió contando Karina.
De a poco, los médicos la fueron preparando para lo peor: “Recuerdo el frío de los pasillos, los gritos, los llantos, la angustia y la tristeza qué debía ser desahogada ahí. Era inevitable pero no debía llorar encima de ella, necesitaba vibrar bien para transmitírselo. Ese día empecé a rezar. Recé, lloré y volví a rezar muchísimo. Más que nunca tenía que estar fuerte y darle pelea al lado de ella. Sólo un milagro se podía esperar, me dijeron los médicos”.
El respirador estaba funcionando a pleno, no saturaba bien y tenía mucha fiebre.
“Yo no perdía las esperanzas, y seguía rezando, confiando en su fuerza y en nuestro amor. Sabía que eso no fallaría”, señaló la mamá.
Contra todo pronóstico, sin embargo, Belén empezó a mejorar. De a poco, pero de forma persistente: “Los médicos me cuentan que van a probar de sacarle el respirador de a poco, pero son muy nulas las esperanzas. Si no responde por si sola, deberían hacerle una traqueotomía. Cuando regreso a la tarde, estaba tratando de respirar por si sola. Esa fue la única vez qué lloré en terapia de felicidad”.
“Los médicos no pueden creer su gran avance”, contó. Insiste en que hubo un milagro.
“Belén me transformó. Todo lo que viví me llevó a ver, a sentir desde otro lugar y obligarme a seguir creciendo como persona y mamá. Hoy por todo eso puedo sentirme agradecida. Un milagro del cielo la salvó, porqué yo, su mamá, que tanto la amo, nunca perdí la fe ni las esperanzas”, completó.
