Yamila tiene 43 años, es de Los Hornos y comparte con el resto de los platenses una cita muy especial con los ángeles.
En diálogo con LAPLATA1.com, se remonta a cuando tenía 26 años y su perrita sufría un tumor. Allí tuvo una señal. Primero le pidió al arcángel Miguel que la ayudara. Prendió una vela en su casa. Según cuenta, se trata del arcángel azul, protector contra toda adversidad. Creer o reventar: cuando por la noche ingresó a la habitación donde estaba la vela, había cambiado de color. ¿Qué color? Azul.
De allí en más Yamila profundizó sus conocimientos sobre los ángeles. Se volvió una especialista.
“Fue una señal de que el arcángel Miguel me había escuchado. Ese trozo de cera lo guardé un tiempo”; recuerda.
“Es un camino de crecimiento personal que te lleva a esto. No todos toman este camino. No todos podrían. Nunca pensé en llegar a la maestría de Reiki”, señala Yamila.
No fue la única “experiencia angelical” que tuvo. “Tampoco era algo de todos los días, pero me parecen cosas sobrenaturales. Esto me lo entiende la gente que también se contacta con los ángeles”, agrega.
Hoy brinda un taller en su propia casa. “Es una tarde de mateadas”, dice. El ambiente es muy afable. Todavía ningún hombre se sumó. Todas fueron damas. El tema: la conexión con los ángeles.
“Hablamos de los siete arcángeles, el ángel de la guarda, cómo son, cómo contactarse con ellos. Pero no lo hago desde un punto de vista religioso. Soy católica pero no practico la religión. Ellos te dan señales, siempre te están escuchando”, resalta.
Y se entusiasma: “Es fascinante, muy lindo. Hay seres de luz, no estamos solos. Todos tenemos guías espirituales aunque no lo vemos o sintamos”.
En este taller se vivieron momentos muy especiales: “Experimentan una sensación de paz, como si la mente se elevara. Algunas han sentido hormigueos. Los ángeles vienen y se hacen presentes. Una de ellas, de tanta concentración y por sentirlo tan cerca, empezó a llorar de emoción. Se le caían las lágrimas. Cada uno lo vive de una manera diferente”.
Dos señales muy concretas vivieron dos mujeres a la salida del taller. Una de ellas se topó en la calle con un libro de autoayuda cuando regresaba a su casa. “Era justo sobre reflexiones positivas. Claramente una señal”, dice Yamila.
Pero más particular fue la segunda señal: una señora salió del taller y compartió una cena con amigos. Allí pidieron un vino. ¿Qué tenía su etiqueta? Muchos ángeles. “Son señales que uno no puede imaginar; la habían escuchado”, cierra Yamila.
