Matías tiene 24 años, es de Los Hornos y gracias a los desperfectos que había en su casa descubrió su verdadera pasión.
“A los 18 años descubrí una pasión que no sabía que tenía. En ese momento, al no dedicarme a ningún oficio en general, tenía que ingeniármelas con lo que tenía a mano porque no tenía ni un destornillador”, recuerda en diálogo con LAPLATA1.com. Matías es electricista. Desde hace un año vive de eso.
Hubo un cumpleaños clave: le regalaron su primera herramienta eléctrica. Era un taladro. Todavía hoy lo usa.
Se la pasó viendo tutoriales por internet. Se devoró todos los videos. Y no se arrepiente. Luego se metió en la escuela de oficios de la UNLP y se especializó en Electricidad.
“Como a todos, la pandemia me afectó mucho. El primero año de la pandemia fue muy difícil, no había mucho trabajo y el encierro era angustiante”, señala. Hacia noviembre imprimió algunos folletos y salió a repartirlos. Quería trabajar.
“Le conté a mis amigos que estaba empezando con esto y me apoyaron desde el primer momento, y actualmente me dedico 100%. Es mi principal fuente de ingresos. Una de las cosas más lindas del oficio es que siempre conocés gente e historias nuevas”, agrega.
Trabaja con temas muy sensibles. Y Matías lo sabe: “Siempre soy sincero y trato de hacerles entender que uno tiene que ser responsable en este oficio, porque si yo trabajo de mala manera puedo provocar un incendio o que alguien se electrocute. Algo habitual es ir a la casa de un cliente y ver si tiene disyuntor o si no funciona. Cuando les digo que hay que reemplazarlo algunas veces se quejan por lo caro que está en la ferretería, pero yo les explico que es cuestión de vida o muerte. La función es que si vos te quedas pegado, corta la electricidad de la casa y te salva la vida o la de un nene”.
También sabe que el bolsillo está complicado. Por eso elabora presupuestos según el cliente. Por ejemplo, a los jubilados les hace un descuento. Lo mismo si observa que es una familia muy humilde: “Prefiero ganar menos yo y saber que les dejé un trabajo en condiciones y seguro, a que quizás por gastar menos llamen a alguien que no esté capacitado y tengan problemas”.
Solo vivió una situación incómoda. Así la recuerda Matías: “Me habían llamado de una casa de comidas que está a unas cuadras de mi casa por un cortocircuito. Cuando llegué estaba todo el cuadro eléctrico carbonizado y todavía había dos cables haciendo chispas porque estaban en corto; ese mismo día a la tarde fui con un ayudante y le armamos un cuadro eléctrico nuevo. Fue el año pasado, creo que le había cobrado algo así como 10.000 pesos. La verdad no era mucho pero, bueno, se quejaba del precio y quería que se lo deje más barato”.
“Les dije que no porque ya era muy bajo el precio, discutimos un rato y al final terminó pagando. Me acuerdo que me dijo que la madre tenía un par de trabajos para hacer pero como le había cobrado muy caro, no me iban a llamar de nuevo”, completa este joven, que con solo 24 años ya pisa muy fuerte en lo suyo.
