Mercedes es Licenciada en enfermería, especializada en áreas críticas, terapia intensiva, cardiología, quemados, y también en guardias de emergencia.
Trabajó en la Clínica Mosconi, en el Instituto Médico Argentino de Berisso, en el Hospital Español y actualmente está en el Hospital San Martin de La Plata.
Mercedes tiene 53 años y 26 de profesión. A lo largo de su carrera varias fueron las situaciones paranormales que vivió y así lo contó: “Mayormente me pasaba trabajando de noche en las terapias intensivas entre las dos y media, tres de la madrugada”.
“Se veía como las puertas se abrían y cerraban solas cuando no había ninguna corriente de viento para que haga esos movimientos”.
Y continuó: “En otra ocasión, un respirador se prendía solo en lugares donde no había pacientes. Nosotros lo dejábamos armado siempre por cualquier ingreso que pudiera haber”.
Además mencionó cierto sector en el que vivencia más situaciones: “Trabajando en el área de quemados por ahí nos quedábamos con compañeros a tomar un café, comer algo para mantenernos despiertos. Había una ventanita que daba a un pasillo y siempre cerca de las tres de la mañana veíamos sombras que eran bien blancas y otras veces muy oscuras”.
“El ascensor también iba hasta el subsuelo, se abría y cerraba solo. Siempre ruidos de que se caían cosas, o se golpeaban, pero siempre nos pareció normal”.
También sumó dos situaciones como las más importantes que tuvo: “Una vez cuando estaba en terapia intensiva de cardiología, una paciente me hizo referencia sobre que la habíamos reanimado, mientras ella se veía sentada frente a su cuerpo”.
“Me dijo que ella estaba sentada y veía como nosotros la reanimábamos, haciendo todo lo posible para que ella vuelva con su ritmo cardíaco. Vio todas las maniobras que hicimos, todo lo que me contaba eran cosas que nosotros habíamos hecho”, comentó.
Y agregó: “Me decía que me veía a mí, cuando le administrábamos la medicación, cuando el doctor nos pedía determinada acción, cuando le colocaron un tubo. Fue impresionante escuchar cómo me contaba paso a paso todo lo que le habíamos hecho”.
“En otra situación, me había ido a una camilla a descansar. Me puse boca abajo y comencé a sentir que me acariciaban, el hombro, los pies. Yo tranquila, lo sentía pero no me desperté del todo hasta que me empiezan a tocar más fuerte. Ahí digo ´ ¿Ya es la hora, me acosté recién?´, pensando que era mis compañeros. Y no, no había nadie”.
“No me dan miedo porque siento que por algo se han quedado. Pueden ser cuerpos que nadie los reclamó, o en los hospitales públicos caen muchos indigentes también. Creo que son almitas. Amo mi profesión. Es una satisfacción cuando salvo vidas”, cerró.
