Un lema rodeó al Frente de Todos en el último tiempo: "Que los salarios le ganen a la inflación". Fue un lema algo derrotista: aceptada la dificultad de bajar la inflación, el objetivo se centra en que los salarios también crezcan nominalmente para que haya un "empate real".
Este objetivo tiene un problema bastante claro. Los salarios pueden ganarle a la inflación 120 a 119 o 3,1 a 3,0. De acuerdo al lema, ambos escenarios son igualmente deseables.
Massa está decidido a cambiar el enfoque. Dice que la inflación es el peor veneno. Se trazó un ambicioso sendero de reducción mensual de la inflación. Noviembre le sonrió, diciembre lo ocupó y seguramente enero lo preocupó. Aún no tenemos ese dato oficial, pero posiblemente se sitúe cerca del 6%, generando nuevamente una tendencia ascendente desde el 4,9 de noviembre.
Nadie hablará de techos salariares, pero el Ministerio de Economía pretende que las primeras paritarias traten de seguir una expectativa de inflación del 60% anual. Y, en lo posible, que el acuerdo sea semestral. Por ejemplo, dos aumentos del 30%.
Por supuesto que Massa también tiene el objetivo de que los salarios le ganen a la inflación. Pero no le da lo mismo el nivel. El 60% anual es el número mágico. Además, Massa sabe que una inflación alta afecta negativamente a todas las demás variables. No se puede mirar solo lo salarial.
La agenda paritaria 2023 ya arrancó con tensión en el sector bancario. El hecho de que no todas las paritarias sean de enero a enero también complica la posibilidad de coordinar expectativas. Como nunca, el tigrense deberá hacer gala de su muñeca política para que todo conduzca al 60% sin que haya heridos en el camino.
