A la economía se la puede pensar como un gran cubo Rubik. Cada variable representa un color del cubo. "Acomodar" cada variable equivale a armar un lado del cubo, pero ojo: arreglar una variable genera movimientos y desacomodos en otra cara. Todo está interconectado.
Alberto Fernández parece tener decidido hacer foco en tres variables que le sonrieron en 2021 y 2022: nivel de actividad econónica, nivel de empleo y el rendimiento de la industria manufacturera.
Desde fines del 2022, el Presidente se entusiasma con los casilleros verdes que vienen hilvanando estas variables. Apuesta a que esos tres lados del cubo no se desacomoden. En la apertura de sesiones volvió a repetir lo que podría ser un triunfo de su gestión: una economía que crece durante tres años consecutivos. No pasa eso desde 2006, 2007 y 2008.
Tampoco es que ese sueño está cumplido. El gobierno cree que el 2023 arrojará un crecimiento de la actividad con un piso del 3%, pero en las últimas horas el mercado empeoró sus pronósticos. Según la encuesta que hace el Banco Central con bancos, consultoras y universidades, este año no habrá crecimiento. La economía, según resulta del promedio de las respuestas, "crecerá" un 0%.
La semana que viene conoceremos un primer dato fuerte del 2023. Lo publica el miércoles el INDEC: cómo le fue a la industria y la construcción en enero. Son dos sectores que el gobierno empuja desde lo discursivo por su gran utilización de mano de obra. Diciembre fue un casillero rojo. Cayó respecto a diciembre del 2021. La sequía, la incertidumbre electoral, un panorama financiero local e internacional complejo y la estrecha disponibilidad de dólares son elementos que pueden jugar a favor de un escenario más pesimista.
En las últimas semanas, surgieron dos voceros económicos insospechados hasta hace algunos meses: Antonio Aracre, flamante Jefe de Asesores presidencial, y el vasco José Ignacio De Mendiguren, Secretario de Industria.
Dan la batalla en redes sociales y medios de comunicación, y se encargan de ponerle números concretos a los casilleros verdes de la economía. Y, de paso, refrescar las estadísticas pobretonas del 2018 y 2019, donde el cubo Rubik no mostraba caras simpáticas ni en actividad ni en inflación.
