En su discurso en Viedma, Cristina Kirchner dedicó varios minutos al problema de la inflación. Antes, dijo directamente que Argentina se quedó sin moneda.
Un detalle interesante: no mencionó qué se debería hacer para bajar la inflación, sino que buscó desmentir con dos gráficos que la inflación sea causada por el aumento de los salarios o el déficit fiscal.
En el primer caso, mostró un gráfico que daba cuenta de la evolución de los salarios reales desde la década del 90. En esencia, el razonamiento de Cristina es correcto: no existe en la historia reciente argentina una correlación entre salarios e inflación.
También es cierto que la idea de relacionar salarios e inflación no está muy presente en la tradición económica liberal. La literatura liberal, en todo, señala que los salarios "desproporcionados" (en lenguaje más técnico: salarios por encima de la productividad marginal del trabajo) generan un nivel de precios más alto en ese producto, pero no un aumento intertemporal de todos los bienes y servicios de la economía.
En resumen: un liberal no podría argumentar que los salarios generan inflación. La idea de que los salarios pueden generar inflación aparece más en algunos modelos heterodoxos donde se habla de la famosa "puja distributiva". Nobleza obliga: los economistas de Juntos por el Cambio rara vez mencionan la cuestión salarial como algo que incube inflación. Sí pueden llegar a mencionarlo para el caso de los salarios del sector público ya que incrementan el déficit fiscal.
Justamente hacia eso vamos. Cristina Kirchner presentó otro gráfico con un listado de países y su situación fiscal. Su objetivo era demostrar que muchos países tienen más déficit que Argentina pero mucha menos inflación. Por lo tanto, siguiendo ese razonamiento, no hay una correlación entre tener más déficit y tener inflación.
Sobre ese tema se pueden decir muchas cosas. Cristina acierta en desmentir que exista una relación automática entre déficit e inflación. Pero, ¿cuál sería la verdadera relación? Es un poco más indirecta. Tener un déficit fiscal implica mayor emisión monetaria para cubrir el agujero, y esa emisión (si excede la demanda de dinero en pesos) genera una desvalorización de la moneda. Es decir, deviene en inflación.
Explicado de otro modo: si se "emitieran" sachets de leche que superen la demanda, el sachet bajaría de precio. Con los pesos pasa lo mismo: si se emiten en exceso pierden su valor. Eso es la inflación.
¿En qué falla el razonamiento de Cristina? En no advertir que, para el caso argentino, el déficit sí va a agudizar la inflación y la correlación es más directa. En otros países, el déficit se puede tapar casi enteramente por deuda local (y por lo tanto se evitan la emisión monetaria). Y, en el caso de que emitan, hay una demanda de moneda local fuerte. La gente de esos países quiere a su moneda porque no tienen un historial de desvalorización. Por lo tanto, la emisión no genera tantos perjuicios.
En Argentina, esas condiciones no están. La posibilidad de endeudamiento local tiene límites, y la demanda en pesos es bajísima. La gente huye del peso, le quema. Por lo tanto, un aumento de la emisión va a parar (tarde o temprano) a los precios.
En todo caso, con aciertos y errores, Cristina obliga a propios y extraños a pulir las explicaciones económicas, sobre todo aquellas que provienen de ciertas "máximas" liberales.
