María Luján Alva tenía 40 años, era docente de una escuela especial de La Plata y amaba su profesión. El 4 de febrero del 2019 fue asesinada a golpes y por asfixia. Su pareja intentó hacer pasar el hecho como un suicidio, sin embargo, debido a la incongruencia de su relato y las pruebas recabadas, se descubrió que en realidad se trataba de un crimen.
Desde este martes, un jurado popular deberá decidir el futuro de Luis Alberto Villa Báez, el único sospechoso por la muerte de la docente, imputado por el delito de “homicidio agravado por el vínculo perpetrado por un hombre y mediando violencia de género (femicidio)”. Llega en condición de detenido y se espera que reciba la pena máxima.
“Ella sufría violencia de género. Nunca nos enteramos de que la hubiera golpeado, pero sí la hostigaba, la celaba con los vecinos, con sus compañeros y con el papá de su hija, no la dejaba tener amistades, la aislaba y la controlaba”, aseguró su hermana, Gladis Alva, en diálogo con TN.
“En los últimos años, Luján cambió rotundamente, en lo físico y en sus vínculos. Esos cambios hacían que nos diéramos cuenta de que algo estaba pasando. Yo creo que nunca manifestó nada por miedo y para protegernos. Me duele mucho el no haber podido llegar a tiempo para salvarla”, aseguró.
Otra de las actitudes aberrantes por parte del acusado eran el control que ejercía sobre la víctima. “Las compañeras de la escuela me contaron que él la espiaba: se ponía atrás de un árbol para asegurarse de que iba a trabajar. Siempre estaba controlada”, dijo.
El dato que incriminó al supuesto femicida
El 4 de febrero del 2019, un llamado al 911 alertó sobre un suicidio. “Encontré a mi mujer colgada”, le dijo Villa Báez a la Policía, que llegó minutos después a la casa donde ambos compartían en 79 entre 8 y 9.
En su relato, el hombre aseguró que María Luján estaba colgada de una viga en el comedor, atada con una soga al cuello. El acusado indicó que la descolgó y llevó hacia la puerta principal para realizarle maniobras de reanimación, pero que no pudo salvarle la vida.
Desde un principio, la hermana no creyó la versión del suicidio. “Ese día me llamaron por teléfono y me dijeron ‘Luján se ahorcó'. Yo no le creí, automáticamente le contesté: ‘No, no se ahorcó, fue ese hijo de puta’”, sostuvo.
Gladis empezó a pegarle con la mochila y a acusarlo de la muerte de Luján. “Cuando le decía que él la había asesinado, ni se inmutó. No se defendió ni me dijo nada, solo se quedó parado. Si uno es inocente se va a defender, pero él no lo hizo”, contó.
Pero el dato que dejó en claro que la mujer había sido asesinada fueron las marcas en el rostro que tenía. “Eran golpes”, reveló Gladis después de entrar a la casa donde estaba su hermana y la vio tirada en el piso con marcas en la cara. “La escena no era de un suicidio, había pasado algo violento en ese lugar”, sumó.
Tras una profunda investigación para establecer de qué forma se habían producido los acontecimientos, el resultado de la autopsia determinó que las características del estrangulamiento y del surco que había dejado la soga que rodeaba el cuello, que supuestamente utilizó para suicidarse, según la versión de Villa Báez, no se correspondían con las de un cuerpo suspendido y que habían sido producidas mecánicamente.
Asimismo, indicó que el rostro de la víctima presentaba tres golpes compatibles al de un puño. De esta manera, y respaldadas por las incongruencias del testimonio de la pareja de la víctima, las autoridades solicitaron la orden de detención que fue avalada por la Justicia.