Débora y Matías son una pareja platense muy curiosa. Se conocieron hace 10 años en una situación bastante singular: el hijo de Débora tenía a Matías como profesor particular.
En diálogo con LAPLATA1.com, la joven cuenta cómo pasaron de una experiencia bastante traumática dando clases en una institución privada a “recorrer” el país dando clases virtuales de forma particular.
“Nos conocimos trabajando; él fue profe particular de mi hijo mayor que hoy tiene 24 años y estudia Diseño Industrial. Matías estudió en Exactas y la UTN”, explica. Ahora ella lo acompaña: coordina los turnos, maneja la agenda. Dicen que son dos “curiosos”: “Música, arte y ciencia un solo corazón”.
“En la pandemia me la pasé convenciendo a los padres y alumnos para que prueben las clases virtuales. Todos nos pedían presencial. Y ahora todos quieren virtual”, se ríe Débora.
Pero luego se pone seria y habla de lo complejo que es trabajar en algunas instituciones privadas: “Empezamos a trabajar por nuestra cuenta porque hay mucho maltrato; no sos valorado trabajando muchas horas, poniendo lo mejor. Te alcanza para el micro nada más”.
Matías llegó a atender a 20 chicos en una sola jornada. Una locura. “Y cuando pedía un aumento le daban más tareas”, cuenta.
“En nuestro caso personal fue muy duro. Yo estoy enferma y se aprovechaban de eso para manipularlo hasta que yo no aguanté más. Le dije a Matías: ‘si yo te consigo estudiantes, ¿vos te animas a darles clases?", recuerda. Matías lo pensó. Inicialmente hacía ambas cosas hasta que finalmente se largó a pleno con sus clases particulares.
“Creo que nosotros, al ser padres, al haber sido alguna vez estudiantes, tenemos empatía con todas las partes: hijos y padres. Nuestra idea es acompañar tanto a estudiantes en esta etapa como a sus papás o tutores en caso que vengan de otro país”, señala.
Y reflexiona: “Lo que más me llama la atención es que tengo muchos chicos pidiéndome para trabajar dando clases. Yo les tiro algunas puntas para que hagan su camino propio. Les cuento cómo fue nuestra experiencia”.
“Para nosotros, en las clases, es prohibido no preguntar. Hay profesores particulares que se enojan con los estudiantes porque no entienden. Así que siempre hacemos chistes con eso. Los chicos tienen mucho pudor cuando no entienden. Pero nadie nació sabiendo y cada uno tiene su proceso de aprendizaje y nosotros lo tenemos muy en cuenta. En caso de secundario, piden turnos cuando ya están al horno. Por eso es importante pedir ayuda”, completa Débora.
