A diez años de la inundación, LAPLATA1.com dialogó con dos sobrevivientes del 2 de abril de 2013. Graciela Ungaro y Alejandro Albano pertenecen a distintas asambleas dedicadas a recordar la tragedia y trabajar para que no vuelva a suceder.
Los testimonios de los platenses sobre aquel día son miles, cada uno cuenta con una experiencia que recordará por siempre. El lugar en donde estaban cuando la lluvia comenzó, como reaccionaron y que acciones realizaron las horas posteriores a la inundación.
Alejandro Albano estaba con su familia, cuando recibió el llamado de su madre de que estaba ingresando agua a su casa por lo que acudió a ayudarla.
“Lo que se me ocurrió fue cortar la luz por tema de seguridad y con algunas velas estuvimos esperando con mi mamá a ver qué pasaba. El ingreso del agua a la casa era constante”, relató.
“En su cuarto armé una cama, con un sofá cama que había y le di un poco de altura. Hasta ese momento no tenía contacto con lo que estaba pasando en las casas de mis hijas y rogaba con que el agua no llegue hasta donde le había hecho el espacio a mi mamá”, añadió
“Cuando vi que no paraba de llover y no bajaba el agua, tomé la decisión de salir. Agarre un bolso, mis zapatillas se las di a mi mamá para que pudiera caminar un poco mejor, a pesar de que obviamente mis zapatillas eran mucho más grandes, mientras que yo iba descalzo y solo con medias. Caminamos y llegamos a una avenida que teníamos que cruzar y que ya estaba muy alta, por suerte, dos personas nos ayudaron”, contó Alejandro
“Llegamos a una zona más alta que estaba seca y no estaba inundada. Esas fueron muestras de solidaridad inolvidables entre vecinos. Además, una señora le ofreció a mi mama quedarse en su casa, así yo me iba a donde estaban mis hijas, le dio ropa y todo lo necesario”, finalizó.
Graciela Ungaro es integrante de la Asamblea Inundados Tolosa, Asamblea por un Parque Recreativo para Los Hornos y de la Asamblea Vecinal de Villa Elvira.
“El 2 de abril de 2013, terminamos de almorzar con mi marido Roberto Olivera y vimos en la televisión que algunas zonas de CABA se estaban inundando. Acá el cielo estaba gris”, relató.
Graciela y Roberto salieron en su auto, y la lluvia comenzó. “Agarramos la rotonda del cementerio, diagonal 74 e hicimos unos metros hasta que no se pudo seguir más. Retrocedimos y decidimos quedarnos debajo de unos toldos de un negocio donde otras personas también eligieron resguardarse”, contó. Decidieron pasar la noche allí, “dormitando en la calle” y al otro día retomaron el camino hacia su casa.
Con las calles inundadas haciendo imposible la circulación de los vehículos, caminaron tomados de la mano porque se caían por el medio de la calle hasta su domicilio, “Teníamos el agua hasta el muslo. La pareja que vivía arriba de nuestro departamento había asilado a tres vecinos que habían tenido una crisis”, contó Graciela.
“El agua en la entrada de casa subió un metro noventa y adentro un metro ochenta. La presión del agua, sumado al equipo de música y la computadora contra la entrada hacían que no se podía abrir. Fue recién las 11 de la mañana que bajó el agua y encontramos el desastre”, relató.
“Perdí toda la biblioteca, más de 20 años de trabajo, ahora estoy jubilada pero en ese momento ejercía la docencia en quinto y sexto de la primaria. Tuvimos la suerte de no perder ningún familiar, pero esta inundación nos cambió la vida para siempre, ya no fuimos los mismos”, culminó Graciela.
